OBRAS
COMPLETAS
Virgilio
"Poeta
magnus omniumque praeclarissimus", define Agustín de Hipona a Virgilio
en su Ciudad de Dios
(1,3). Y, aunque diga Suetonio que "detractores nunca le
faltaron", lo cierto es que Virgilio ha logrado en la historia el raro
privilegio de complacer a tirios y troyanos. No así Horacio, a quien Papini
le propinaba los epítetos de "rechoncho y plagiario", mientras
honraba al "celta Virgilio" con los atributos de «amoroso» y
«tierno», y embellecía su corona de laurel con una bucólica descripción en
que evocaba "al hombre del campo, al amigo de las sombras, de los
plácidos bueyes, de las abejas doradas, al que había descendido con Eneas a
contemplar a los condenados del Averno y desahogaba su inquieta melancolía
con la música de la palabra…" La música de la palabra. En cierto
endecasílabo recuerda Borges "la voz de plata y luna de
Virgilio", que coloca al lado de la antigua de Homero. Tal vez sea
verdad que Roma no hubiera sido Roma sin Virgilio, como afirmaba un Andrés
Bello en la indecisa frontera entre la realidad y la ficción. Y es que, en
efecto, todos los imperios han caído menos el de sus hexámetros.
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