Una mujer mayor cae desde el décimo piso de un bloque de viviendas. Y aunque podría tratarse de un suicidio, la teniente de la Guardia Civil Candela Rodríguez sospecha que fue un asesinato. La mujer en cuestión se llamaba María Fernández, de ochenta y cinco y años. Cerca de ese bloque, otra mujer de ochenta y tres años, Mari Ángeles Castro, ha sido víctima de un atraco con agresión mortal en el portal de su vivienda.
A sus casi ochenta años, Felicidad es una mujer independiente y resolutiva que gestiona los alquileres del bloque de pisos de la primera fallecida, una muy querida y cercana amiga suya. A pesar de seguir siendo la fuerte matriarca de una familia, últimamente le fallan las fuerzas y tiene miedo: el barrio se está poniendo imposible. Y así se lo ha hecho saber a sus hijos. Lo malo es que ellos la tratan con una condescendencia infantil que la incómoda y la humilla.
Las investigaciones de la teniente Rodríguez y su subordinada Sandra Martínez en torno a estas muertes se complican cuando aparece una truculenta grabación que muestra el cuerpo de una mujer muy mayor sobre un gran charco de sangre con planos detalle que se recrean en algunas de las terribles heridas. Un vídeo que pone en el foco en el entorno familiar de Felicidad y en el de una comunidad de vecinos donde muchos entran, pero no todos salen.
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