"Todos los
buenos soldados" es una magnífica obra del escritor y columnista David
Torres, amalgama perfecta entre la novela negra y la novela histórica, y cuyo
conjunto final es mucho más que la suma de ambas
EL JUEVES 9 DE ENERO EL AUTOR CONCEDERÁ ENTREVISTAS EN MADRID
EL JUEVES 9 DE ENERO EL AUTOR CONCEDERÁ ENTREVISTAS EN MADRID
Nochevieja de 1957. Artistas españoles viajan a Sidi Ifni para animar a las tropas sitiadas y el cómico Miguel Gila acaba involucrado en un crimen, una sórdida trama de venganzas, sexo y tráfico de kif que implica a un joven alférez enamorado, a la hija de un héroe de guerra, a un viejo legionario y a un desertor estadounidense que practica surf. Gila reconocerá allí el mismo humor negro de sus monólogos bélicos, ese olor a pólvora del absurdo que es también el aroma de la derrota y de la guerra civil.
Más allá de los géneros, David Torres se adentra en el desierto de las emociones humanas, en las encrucijadas del salvajismo y la civilización, con una novela que sorprenderá a quien la lea. Una historia de gran potencia narrativa, en la que ningún cabo queda suelto ni nada sucede porque sí. Tras una serie de enigmático asesinatos en serie, la resolución del misterio supondrá una traca final que dejará al lector con el sabor de haber leído algo formidable, inteligente y redondo.
Si quieres entrevistar al autor contacta con Fátima Santana en el teléfono 620 489 460
o escribe un correo electrónico a fsantana@planeta.es
LA NOVELA
Todos los buenos soldados es una amalgama perfecta entre la novela negra
y la novela histórica, pero el conjunto es mucho más que la suma de ambas. Como
ya se ha visto, tiene como tema la Legión y el complejo universo del ejército.
La cadena de asesinatos y los lejanos sucesos sobre los que estos se forjan,
van mostrando una historia sorprendente, de gran potencia narrativa, en la que
ningún cabo queda suelto ni nada sucede porque sí. La resolución del misterio
muestra de nuevo el trauma de la guerra civil y el peso de los crímenes impunes
al cabo de los años: un tema de absoluta actualidad en la sociedad española
actual.
La historia está perfectamente “encajada” en las circunstancias históricas,
políticas y sociales existentes entonces: la guerra de Marruecos, la política
española en las colonias, la Legión. Pero el autor consigue hacer algo más con
todo ello: desde la mentalidad de la época y el lugar de los hechos, muestra la
naturaleza del ser humano en sus dos perpetuos polos: su dimensión más sublime
–amor incondicional, amistad, idealismo- junto a la más depravada –violencia,
odio, crueldad. Se trata, pues, de una novela redonda, justamente ambiciosa,
que trasciende con mucho la historia que narra.
En ella hay, además, otros recursos que la hacen atractiva y fascinante, como
es el contraste entre el “feísmo” deliberado de algunos de sus pasajes y el
espléndido impacto de la obra en quien la lee, secreto en el que reside,
precisamente, su belleza. Los enigmáticos asesinatos en serie, el mundo duro,
casi siempre sórdido, de la Legión, o los inquietantes recovecos de una tierra
inhóspita y ajena, tienen como contrapunto el amor sublime, platónico,
incondicional; el idealismo y la pureza de sentimientos.
El estilo es ágil y cada frase es un dardo que va directo al centro:
“El toque de diana sorprendió al sargento Armendáriz rascándose los huevos. No
había mucho que rascar después de medio siglo de madrugones con resaca. Tosió,
gargajeó y blasfemó, por ese orden, hasta dar con el tabaco al lado de la
almohada. Extrajo un cigarrillo a tientas y acertó a clavarlo en la boca antes
incluso de abrir los ojos. Luego parpadeó con esfuerzo, gargajeó un poco más,
se sentó en el borde de la cama y exhaló el saludo ritual de todas las mañanas:
-Me cago en mi puta vida.”
En su conjunto se trata de una obra muy literaria, rica en acertados recursos
estilísticos. El realismo de la historia convive con algunos resquicios por los
que se cuela la ensoñación, como en este pasaje a medio camino entre la
realidad y el ensueño, en el que se da cuenta del efecto que ejerce un
cigarrillo de kif:
“De repente [Gila] supo por qué se movía el mar, por qué se dedicaba al humor,
por qué había guerras, por qué las habría siempre. Por un instante todas las
piezas encajaron en un esqueleto nítido y perfecto: las balas, las nucas, las
medallas, los cigarrillos, el piano roto y constipado donde Adela destrozaba a
Albéniz. Era tan sencillo, tan simple, que le entraron ganas de reír. Luego
todo se borró de un manotazo, la verdad se disipó como humo, como una de esas
construcciones lógicas que se disuelven justo en el momento en que llega el
sueño.”
Este otro fragmento, en el que se describe una plaga de langosta, recuerda
vagamente las greguerías de Ramón Gómez de la Serna:
“En la entrada al aeródromo, un camión se averió con el motor ahogado y la
rejilla repleta de insectos. Los helicópteros permanecían inertes sobre la
pista de tierra, las aspas vencidas, infestados de pequeños congéneres, como si
hubieran dado a luz en una sola noche miles de criaturas aladas.”
Otra de las señas de la novela es la profusión de diálogos de todo tipo
-amistosos, chispeantes, hostiles, introspectivos, evocadores o apasionados-, a
través de los cuales también se teje esa extraordinaria red de historias
interrelacionadas que forman la novela.
Todos los buenos soldados toma su título de una ensalada a cuatro voces
atribuida a Mateo Flecha el Viejo, compositor catalán del siglo XVI, que figura
al principio de la novela y que dice así: “Todos los buenos soldados/que
asentaren a esta guerra/ no traigan nada en la tierra/si quieren ir
descansados./ Si volvieren con victoria/ la paga que les darán/será que siempre
tendrán/ en el cielo eterna gloria. Una declaración que sugiere que algunas cosas
no han cambiado casi medio milenio después.
En cualquier caso, se trata de una novela formidable, inteligente, redonda, que
rescata una guerra y un tiempo olvidados, que nos acerca a un mundo ya
inexistente, aunque aún cercano en el tiempo, ignoto para las generaciones que
no han conocido la vida militar ni siquiera a través de la “mili”, como fue el
caso de generaciones precedentes; y que se sirve de la ficción para contar algo
muy real: cómo ha sido el pasado inmediato de nuestros padres y de nuestros
abuelos. Es decir, nuestro pasado inmediato. Y cómo la Historia destruye a las
personas.
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