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viernes, 3 de enero de 2014

6.- "Todos los buenos soldados", de David Torres, es una nueva novela formidable, inteligente y redonda que no dejará al lector indiferente







"Todos los buenos soldados" es una magnífica obra del escritor y columnista David Torres, amalgama perfecta entre la novela negra y la novela histórica, y cuyo conjunto final es mucho más que la suma de ambas

EL JUEVES 9 DE ENERO EL AUTOR CONCEDERÁ ENTREVISTAS EN MADRID


Nochevieja de 1957. Artistas españoles viajan a Sidi Ifni para animar a las tropas sitiadas y el cómico Miguel Gila acaba involucrado en un crimen, una sórdida trama de venganzas, sexo y tráfico de kif que implica a un joven alférez enamorado, a la hija de un héroe de guerra, a un viejo legionario y a un desertor estadounidense que practica surf. Gila reconocerá allí el mismo humor negro de sus monólogos bélicos, ese olor a pólvora del absurdo que es también el aroma de la derrota y de la guerra civil.

Más allá de los géneros, David Torres se adentra en el desierto de las emociones humanas, en las encrucijadas del salvajismo y la civilización, con una novela que sorprenderá a quien la lea. Una historia de gran potencia narrativa, en la que ningún cabo queda suelto ni nada sucede porque sí. Tras una serie de enigmático asesinatos en serie, la resolución del misterio supondrá una traca final que dejará al lector con el sabor de haber leído algo formidable, inteligente y redondo.



Si quieres entrevistar al autor contacta con Fátima Santana en el teléfono  620 489 460
o escribe un correo electrónico a fsantana@planeta.es


LA NOVELA
Todos los buenos soldados es una amalgama perfecta entre la novela negra y la novela histórica, pero el conjunto es mucho más que la suma de ambas. Como ya se ha visto, tiene como tema la Legión y el complejo universo del ejército. La cadena de asesinatos y los lejanos sucesos sobre los que estos se forjan, van mostrando una historia sorprendente, de gran potencia narrativa, en la que ningún cabo queda suelto ni nada sucede porque sí. La resolución del misterio muestra de nuevo el trauma de la guerra civil y el peso de los crímenes impunes al cabo de los años: un tema de absoluta actualidad en la sociedad española actual. 


La historia está perfectamente “encajada” en las circunstancias históricas, políticas y sociales existentes entonces: la guerra de Marruecos, la política española en las colonias, la Legión. Pero el autor consigue hacer algo más con todo ello: desde la mentalidad de la época y el lugar de los hechos, muestra la naturaleza del ser humano en sus dos perpetuos polos: su dimensión más sublime –amor incondicional, amistad, idealismo- junto a la más depravada –violencia, odio, crueldad. Se trata, pues, de una novela redonda, justamente ambiciosa, que trasciende con mucho la historia que narra. 



En ella hay, además, otros recursos que la hacen atractiva y fascinante, como es el contraste entre el “feísmo” deliberado de algunos de sus pasajes y el espléndido impacto de la obra en quien la lee, secreto en el que reside, precisamente, su belleza. Los enigmáticos asesinatos en serie, el mundo duro, casi siempre sórdido, de la Legión, o los inquietantes recovecos de una tierra inhóspita y ajena, tienen como contrapunto el amor sublime, platónico, incondicional; el idealismo y la pureza de sentimientos. 



El estilo es ágil y cada frase es un dardo que va directo al centro: 
“El toque de diana sorprendió al sargento Armendáriz rascándose los huevos. No había mucho que rascar después de medio siglo de madrugones con resaca. Tosió, gargajeó y blasfemó, por ese orden, hasta dar con el tabaco al lado de la almohada. Extrajo un cigarrillo a tientas y acertó a clavarlo en la boca antes incluso de abrir los ojos. Luego parpadeó con esfuerzo, gargajeó un poco más, se sentó en el borde de la cama y exhaló el saludo ritual de todas las mañanas: 
-Me cago en mi puta vida.” 



En su conjunto se trata de una obra muy literaria, rica en acertados recursos estilísticos. El realismo de la historia convive con algunos resquicios por los que se cuela la ensoñación, como en este pasaje a medio camino entre la realidad y el ensueño, en el que se da cuenta del efecto que ejerce un cigarrillo de kif: 
“De repente [Gila] supo por qué se movía el mar, por qué se dedicaba al humor, por qué había guerras, por qué las habría siempre. Por un instante todas las piezas encajaron en un esqueleto nítido y perfecto: las balas, las nucas, las medallas, los cigarrillos, el piano roto y constipado donde Adela destrozaba a Albéniz. Era tan sencillo, tan simple, que le entraron ganas de reír. Luego todo se borró de un manotazo, la verdad se disipó como humo, como una de esas construcciones lógicas que se disuelven justo en el momento en que llega el sueño.” 



Este otro fragmento, en el que se describe una plaga de langosta, recuerda vagamente las greguerías de Ramón Gómez de la Serna: 
“En la entrada al aeródromo, un camión se averió con el motor ahogado y la rejilla repleta de insectos. Los helicópteros permanecían inertes sobre la pista de tierra, las aspas vencidas, infestados de pequeños congéneres, como si hubieran dado a luz en una sola noche miles de criaturas aladas.” 



Otra de las señas de la novela es la profusión de diálogos de todo tipo -amistosos, chispeantes, hostiles, introspectivos, evocadores o apasionados-, a través de los cuales también se teje esa extraordinaria red de historias interrelacionadas que forman la novela. 



Todos los buenos soldados toma su título de una ensalada a cuatro voces atribuida a Mateo Flecha el Viejo, compositor catalán del siglo XVI, que figura al principio de la novela y que dice así: “Todos los buenos soldados/que asentaren a esta guerra/ no traigan nada en la tierra/si quieren ir descansados./ Si volvieren con victoria/ la paga que les darán/será que siempre tendrán/ en el cielo eterna gloria. Una declaración que sugiere que algunas cosas no han cambiado casi medio milenio después. 



En cualquier caso, se trata de una novela formidable, inteligente, redonda, que rescata una guerra y un tiempo olvidados, que nos acerca a un mundo ya inexistente, aunque aún cercano en el tiempo, ignoto para las generaciones que no han conocido la vida militar ni siquiera a través de la “mili”, como fue el caso de generaciones precedentes; y que se sirve de la ficción para contar algo muy real: cómo ha sido el pasado inmediato de nuestros padres y de nuestros abuelos. Es decir, nuestro pasado inmediato. Y cómo la Historia destruye a las personas. 






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