Este otoño también recuperaremos sendas obras que marcaron a los lectores y lectoras del tiempo y lugar en los que vieron la luz.
Por un lado, El Río, de Alfredo Gómez Morel, una de las novelas más duras y radicales de la narrativa chilena, publicada en 1962. Concebida inicialmente como parte de una terapia de rehabilitación, en ella se vuelca una larga vida de abusos, marginalidad y delincuencia, en un testimonio parejo al de otros libros de nuestro catálogo, como El pan a secas, de Mohamed Chukri. Con ella iniciamos una nueva colección que recuperará las obras de clásicos malditos latinoamericanos.
Por otro lado, El niño de arena, de Tahar Ben Jelloun. Publicada en Francia en 1985, forma parte, junto con La noche sagrada (Premio Goncourt 1987), del díptico que le consolidó como uno de los principales autores de la narrativa marroquí contemporánea. Un relato turbador pero también poético en torno a la historia real de una niña que fue criada por sus padres como si fuera un varón. |
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