Anoche soñé que navegaba en el LITORAL a través de la bruma hasta que el barco amarró en una playa. Al pisar la arena, la niebla se fue disipando. Vi el barco enfilando el horizonte por el río de la luna. Delante estaba la mansión que había despertado mi curiosidad en otros sueños. No suelo colarme en las casas ajenas, pero la puerta estaba abierta y no pude resistir la tentación. Enseguida descubrí que acababa de entrar en los años 20 del siglo pasado. Al fisgonear las habitaciones tuve la sensación de invadir el territorio de alguien que andaba de viaje por el universo sin salir de casa. De pronto, me acordé que había llegado a la playa en barco y que los pasajeros íbamos vestidos con ropa de época igual que si estuviéramos en una fiesta de carnaval. También grabé las conversaciones que mantuve durante el viaje. Los pasajeros no cesaron de mencionar al propietario de aquel mundo de ensueño que íbamos a visitar. Lo llamó Lorenzo Saval, el último surrealista. Un mago, un arquitecto, un dios de las pequeñas cosas que se dedicaba a pegar y unir distintos materiales hasta crear paraísos imaginarios plenos de vida.
Encima de una mesa había tarjetas anunciando que la exposición SAVAL Litoral Collages & Ensamblajes se inauguraba el 14 de diciembre de 2022, justo cien años después. Saval eterno, pensé. La exposición iba a permanecer hasta el 31 de enero. Al año siguiente quién sabe adónde iríamos todos y cada uno de nosotros. Y qué rumbo emprenderían los barcos, trenes de vapor, coches, aviones, zepelines y otros artefactos voladores que ahora descansaban en la Casa de los Navajas. En ese momento oí sonar la música y era igual que la orquesta del TITANIC con notas de rock. Un combinado perfecto. Entonces invité a bailar a Jacinta la pelirroja y fuimos dando vueltas y más vueltas por el escenario mágico de Saval hasta caer rendidos a sus pies.
JOSÉ ANTONIO GARRIGA VELA
No hay comentarios:
Publicar un comentario