La inspectora de policía Petra Delicado decide hacer un alto en el camino y poner distancia con su día a día para recordar su pasado a fin de tomar las riendas del presente. Para ello se retira una semana en un convento gallego para escribir un cuaderno donde su vida será esta vez la protagonista.
Con su particular mirada, repasará su vida desde la niña aplicada a la que expulsan de un colegio de monjas, pasando por la joven universitaria antifranquista que al casarse cambia de rumbo, hasta que rompe con todo y se convierte una de las primeras mujeres en ingresar en el cuerpo de Policía. «Si alguien en mi primera juventud me hubiera vaticinado que acabaría siendo policía, lo habría tomado por un loco de atar.»
Con una prosa fluida y elegante, sin artificios innecesarios, Alicia Giménez Bartlett presenta el retrato psicológico y sentimental de una mujer, Petra Delicado, analítica como una psiquiatra, contradictoria y autocrítica, pero siempre proyectada hacia delante. Un hallazgo por partida doble: una joya para los lectores fieles a la saga y un descubrimiento para muchos lectores que disfrutarán con el perfil de una generación «a caballo entre el pasado franquista y la modernidad». Un manual de educación sentimental sui generis, entretenido, inteligente e irónico, narrado en primera persona. Analítico y autocrítico.
«Supongo que, gracias a la influencia paterna, no he salido rencorosa ni fatalista, aunque sí he llegado a ser una auténtica escéptica, alguien que hace gala de un descreimiento absoluto, incapaz de tragarse ninguna afirmación que no venga constatada por la propia experiencia. A mi madre le debo cierta tendencia a la sobreactuación, mi firmeza feminista y haberme iniciado en los rudimentos del odio. La capacidad de odiar, una vez atemperada por el paso de los años, me ha resultado de gran utilidad.»
La novela se articula en cuatro partes cuyos capítulos van desgranando toda una vida sin perder en ningún momento la tensión narrativa. Y si no, lean a continuación los títulos:
«No quiero que me quieran. Las reglas de mamá. Tres eran tres. Otros tiempos. La traca final. Miserere nobis. Un cambio radical. Gaudeamus igitur. Et in Arcadia ego. La tumba del faraón. Todo nuevo. Empieza la solidez. Sigue la vida. Ser fuerte es importante. Un señor que pasaba por allí. También es difícil destruir. ¿Lo has pensado bien? La nueva y flamante vida de Petra Delicado. ¡Hola, España profunda! En otro mundo. La sal de la vida. De flor en flor. Otro encuentro fortuito. ¿Dónde tienes la cabeza, Petra? Petra es Petra. Pensamientos positivos. La vida en suspenso. La fuerza del destino. Fastos nupciales. La vida nunca reposa. La madre de todas las broncas. No es una tragedia. La villana en su rincón. Ahora sí. ¡Viva el amor libre, y el otro también! El subinspector Garzón. La tercera boda. La tropa infantil. Como en un sueño. De nuevo, el presente.»
La filosofía de vida de Petra, sincera y directa, está a la altura de un análisis psiquiátrico para neófitos. Los protagonistas nos resultarán tan humanos que al final de la lectura es como si nos despidiéramos de unas personas que hemos conocido realmente. Petra, sus maridos, sus amantes, sus hermanas, forman un universo real.
La prosa, muy visual, vuela dirigida por una primera persona empática y analítica que habla consigo misma mediante una especie de flujo de conciencia racional y controlado. Petra Delicado se analiza con precisión psiquiátrica y escepticismo, sin perder de vista su humanidad y la de los demás, con un tono sincero y un ritmo constante. Su mirada no se centra exclusivamente en sí misma o en el mundo más inmediato que la rodea, sino que observa y analiza la sociedad y su evolución con una mirada de mujer feminista que reivindica su papel con los hechos.
«Yo, educada al fin y al cabo como mujer en una época siniestra, estaba preparada para aceptar que el amor comporta la idea de futuro, el deseo de construcción de algo sólido y perdurable. Era muy joven, ¿por qué no podía entregarme al amor de lleno, vivir lo que sentía, disfrutarlo sin más? Ni siquiera me planteé esa posibilidad. Yo, Petra Delicado, la indómita y asilvestrada, la rebelde con fama de inteligente, no fui capaz de calibrar que me precipitaba hacia el modo más convencional y sarnoso de concebir el amor: el llamado proyecto común.»
Los temas son numerosos y abarcan el amor, el sexo, la amistad, la discriminación de género en el mundo laboral, el feminismo, el conflicto generacional y la pareja. Hay saga —la familia—, pero sobre todo un manual de educación sentimental y el retrato de una generación atrapada entre dos mundos: muchas mujeres se convirtieron, al elegir uno u otro, en proyectos truncados. Pero también hay esperanza, superación y deseo de seguir adelante, que es lo que caracteriza a Petra, la protagonista.
En temas policiales, el lector descubrirá qué llevó a la inspectora a entrar en el cuerpo de Policía y, por supuesto, tampoco faltará en este particular relato de su vida su inseparable compañero de investigaciones, el subinspector Fermín Garzón. Unidos especialmente en el sentido del humor y la guerra dialéctica entre los sexos: ella le golpea sin piedad en sus puntos típica y tópicamente masculinos, como su glotonería, su vanidad, su falta de diplomacia, su sinceridad brutal al expresarse… Y Garzón corresponde con burlas sobre la pretendida finura de Petra, su vena intelectual, su tendencia a teorizarlo todo y, en especial, sobre lo que él considera su feminismo militante y acérrimo.
«Garzón me ha enseñado muchas cosas, muchísimas. Él me introdujo en los mundos oscuros de la calle: los confidentes, los sicarios, los testigos remisos a hablar, las alianzas entre delincuentes, sus venganzas… Él me demostró que ser policía es a menudo mostrar infinita paciencia, saber esperar horas y horas, no fiarse de nadie ni desfallecer. Yo también aporté a su mochila algunas virtudes policiales: no desdeñar la intuición, el estudio veloz de las personalidades, y el enfrentarse a los superiores con firmeza cuando es necesario; los hombres en general son más respetuosos con las jerarquías. Al final, funcionamos como una máquina bien engrasada a la que no es preciso programar. Cuando yo me excedo, él afloja. Cuando dudo, Garzón se muestra firme. Cuando estoy exhausta, él aguanta, y todo lo dicho puede contarse invirtiendo los sujetos. Nos entendemos con una mirada, nos pasamos información sin necesidad de hablar.»
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