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miércoles, 27 de febrero de 2019

100.- Presentamos la novela negra de Goya EL SUEÑO DE LA RAZÓN de Berna González Harbour






 

Goya nos legó sus pinturas negras, ahora ya tiene su novela negra. 
El sueño de la razón 
de Berna González Harbour


RUEDA DE PRENSA
EN EL MUSEO DEL PRADO
EN VISITA PRIVADA
ANTES DE SU APERTURA AL PÚBLICO.
MIÉRCOLES 6 DE MARZO
A LAS 9 HORAS.

Imprescindible acreditarse.
El punto de encuentro será a las 8.50 horas, en la Puerta de Jerónimos. De allí, nos trasladeremos juntos a la sala 32, la de las Pinturas negras, donde tendrá lugar la presentación.
 
Contacto de prensa: Alba Fité Navarro
619 719 626 // afite@edestino.es


«Una novela magistral, con suspense, con actualidad, con una visión de España dentro, con Francisco de Goya al fondo, y con excelente literatura en cada página.» MANUEL VILAS

«Berna G. Harbour pinta un Madrid de espacios míticos y nuevos fantasmas de la ópera. Una novela para el placer y la reflexión.» MARTA SANZ

 «Es imposible abandonar el libro ni aún terminado. Berna Gonzalez Harbour nos atrapa con su prosa y sus historias hasta dejarnos sin dormir toda una noche solo por leerla. Es magia, es literatura, es novela negra.»CLAUDIA PIÑEIRO

«¡Qué maestría para convertir a Goya en el protagonista de una novela negra del siglo XXI! El lector se emborracha de felicidad leyendo esta novela.» LUISGÉ MARTÍN





DOSSIER DE PRENSA
EL SUEÑO DE LA RAZÓN PRODUCE MONSTRUOS



¿Es posible acercar la muerte al arte?
¿Acaso puede la locura convertirse en creación?
Un viaje sin aliento de Berna González Harbour al mundo del arte, a la España negra de ayer y de hoy y, en última instancia, a la perturbación.

El genio que mejor retrató la España más negra se refugió en su vejez en la Quinta del Sordo, una finca cercana al Manzanares en cuyos muros dejó las Pinturas Negras, la colección más enigmática y oscura de sus tribulaciones, de su mirada del abuso, el enfrentamiento y la ignorancia en la que se sumergió España tras el regreso del absolutismo. 200 años después, la comisaria Ruiz vuelve a sus escenarios para indagar en la extraña línea que entrelaza varios crímenes con aquel universo, el Madrid de Goya con el Madrid más actual. Un viaje que nos llevará a los túneles subterráneos de la M30, a las casas okupas, a las presas del Manzanares, a la Quinta del Sordo y a la tumba en la que el genio reposa hoy sin cráneo.

“La chica Fallecida era becaria de la Facultad de Historia del Arte y el mensaje, PR LIBERAL, era una de las leyendas que Goya había utilizado en sus dibujos cuando reprodujo torturas y castigos a quienes pecaran más allá de lo tolerado por la Santa Madre Iglesia. El pintor había dejado testimonio de maltratos, violaciones, juicios y hasta canibalismo en sus álbumes, pero pensar ahora en una banda goyesca actuando en Madrid bajo sus lemas o, mejor dicho, repitiendo o representando las aberraciones que el genio denunciaba en dibujos realizados en general para sí, era mucho más que surrealista. Era irreal”.


Sin equipo, sin uniforme y sin pistola, María Ruiz se enfrenta esta vez a un ser de extrema inteligencia, obsesionado y con gran capacidad de manipulación. La policía investiga distintas hipótesis, pero los sucesos empiezan a conformar una serie de escenificaciones que llevarán a la comisaria Ruiz hasta el legado de Goya, enhebrando una trama tan perturbadora como difícil de desmontar.


–María, no te debes implicar. Ahora no. –A Martín le temblaba la voz, al fin y al cabo ella había sido casi siempre su superior. Su tono era distante. Seguramente Esteban le había aleccionado en serio. –Es mi problema, Martín. Recuérdalo. –También es nuestro, jefa. ¿Acaso no te lo has planteado?”


La perspicaz comisaria del cuerpo Nacional de Policía María Ruiz no pasa por su mejor época. Su último caso (Las lágrimas de Claire Jones) le ha dejado un balance desastroso en todos los terrenos y ahora está sin placa, sin pistola y sin amor. Suspendida por tres meses y un día por insubordinación, prepara su defensa a la espera de juicio. El agente de la policía Tecnológica y experto informático Tomás, desde una silla de ruedas y tras superar el coma al que lo envió una herida en servicio, le ha puesto un piadoso punto final a la vieja relación, ya sin futuro, que mantenía con la comisaria expedientada. Como si fuera poco, su viejo amigo y mentor, el comisario Carlos, ha fallecido a causa de un infarto y ya no está ahí para apoyarla, quizá cuando más lo necesite. Porque Ruiz regresa a Madrid tras un largo destierro en Soria, donde la había enviado el Jefe Superior del cuerpo Jota Ese (apodado así por sus subalternos en honor al alcohólico villano de Dallas) para quitársela de en medio. Y lo peor de todo es que, al parecer, está a punto de conseguirlo definitivamente con la causa abierta en su contra.

Sin embargo, Ruiz no pierde el ánimo, desfoga sus frustraciones con la bicicleta y en Madrid se reencuentra con los suyos (viejos conocidos del lector): el inspector de Homicidios Esteban, el veterano periodista Luna que, ya prejubilado, duda si pasarse al lado oscuro en el departamento de Comunicación del BBVA, y el joven, guaperas y musculado agente Martín. La primavera avanza en la ciudad y, junto con las fiestas de San Isidro, unos extraños incidentes vienen a romper esa engañosa calma. La aparición de animales muertos dispuestos o sacrificados en escenas de macabra estética.

“El perro hundido era solo el último episodio de una lista de absurdos que le estaban ocurriendo desde que se mudó. La exhibición de pavos muertos prácticamente en su portal era el más impactante. La muerte del perro el más cruel. Los mensajes que le guiaban en su móvil, lo más inexplicado. Ni Ruiz ni Martín podían creer en conspiraciones peliculeras, pero tampoco en casualidades tan letales. Tan seguidas”.

Y eso es sólo el comienzo, porque el cuerpo de una muchacha aparece encadenado a la barandilla del Manzanares, en cuyas inmediaciones un grafiti que reza PR LIBERAL parece ofrecer una clave indescifrable.

La muchacha es identificada como Sara Muñoz, una joven becaria de la Facultad de Historia del Arte de la Complutense. Y su pasión por el arte, en concreto por Goya, la llevaba tatuada en la piel. Como El sueño de la razón produce monstruos, entre otros lemas del pintor, que se deja leer en su tobillo. Y lo que desconcierta aún más a la policía es la plástica representación de la tortura en la escena del crimen. Está claro que no se trata de un simple femicidio, ni siquiera de un macabro ritual gótico. Hay algo más, y no será tampoco la única víctima.

Apartada del cuerpo, en rigor Ruiz no debe inmiscuirse en la investigación. De hecho, los suyos le ocultan información para protegerla de posibles represalias que agraven su expediente de sanción. Pero como la comisaria no puede con su naturaleza, no sólo se sumerge por completo en el caso, de civil y sin pistola, casi estrenándose involuntariamente en la condición de secreta, y no parará hasta descubrir la verdad. Aunque ello le implique adentrarse en casas okupas o sumergirse en los túneles subterráneos de un Madrid desconocido.

“A María no se le iban de la cabeza las palabras del alemán de rastras, pero se negaba a creer algo semejante. Quien puede matar animales, puede matar personas”.

Sin duda se trata del caso más difícil al que se ha enfrentado nunca la comisaria Ruiz, en el que incluso deberá echar mano hasta de sus conocimientos de psicóloga, porque no demorará mucho en descubrir que cuidada escenografía criminal con la que fue ejecutada la becaria en realidad representa en la vida real una de las estampas negras de Francisco de Goya incluidas en el Álbum de la Inquisición o también llamado Álbum C. Y otro tanto sucede con los animales sacrificados que también tiene sus correspondencias pictóricas. Y lo peor de todo es que el imitador del genial artista no está dispuesto a detenerse. ¿Qué clase de monstruo se deleita representado en la vida real las pesadillas del pintor? ¿Qué persigue con ello? Preguntas que solo la comisaria Ruiz podrá resolver, aunque en esta ocasión vaya con tejanos y sin pistola, no cuente con la ayuda de los suyos o incluso deba poner su vida en peligro en el intento. 

Con esta lograda cuarta entrega de la serie de la comisaria María Ruiz, tras las celebradas Con Verano en rojo (2012), Margen de error (2014) y la citada Las lágrimas de Claire Jones (2017) Berna González Harbour no sólo ratifica su condenado talento a la hora de orquestar intrincadas tramas criminales y narrarlas con brío y destreza, sino que lleva en género un paso más allá. A caballo de la acción ininterrumpida, logrados diálogos y plásticas escenas, la autora propone aquí una clase magistral, amena y nada farragosa, de historia del arte. Una clase magistral que a la vez indaga en las zonas más sombrías de la psicología humana. En el mal que anida en los corazones y que despierta, en pesadillas de inefable belleza, justamente cuando duerme la razón.

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Jim & jhon