Queridos amigos de la literatura:
El viernes pasado nos dejó Vladímir Voinóvich. Tenía 85 años. Nosotros tuvimos el honor de publicar su impresionante Moscú 2042. Voinóvich en cinco palabras: conciencia disidente y humor universal. Era uno de los últimos autores de la disidencia soviética. Gracias por todo, Vlad.
MOSCÚ 2042: genial sátira que se asoma a la Rusia del futuro
Allá por el año 1986, Vladímir Voinóvich vivía en Alemania, donde recaló tras su expulsión de la Unión Soviética (con pérdida de nacionalidad incluida) y publicaba Moscú 2042, la distopía futurista en la que la Rusia de 2042 era gobernada por un endiosado ex-dirigente del KGB (para más inri, antiguamente destinado en Alemania) y permanecía absolutamente aislada de occidente. Tres años después, el Muro de Berlín se desplomaba y con él lo hacían el futuro del comunismo en Rusia y la Guerra Fría. Hoy, veinticinco años más tarde, un antiguo mando del KGB, destinado en su momento en Alemania, gobierna por tercera vez la Federación Rusa y el fantasma de las frías relaciones con occidente vuelve a resurgir.
Moscú 2042 arranca en 1982, en Múnich, en una cervecería. Vitali Nikitich Kártsev, escritor ruso exiliado (álter ego del autor) y su colega alemán, Rudi Mittelbrechenmacher, discuten sobre la relación entre la ciencia ficción y la realidad. Rudi insiste en que la ciencia ficción ha abierto muchos caminos al avance de la ciencia; prueba de ello, afirma, son los viajes en el tiempo. Ante el sorprendido Kártsev, asegura que estos viajes no solo son posibles, sino que una compañía aérea, allí mismo, en Múnich, es capaz de transportarlo al momento, pasado o futuro, que él desee. Y, sin pensárselo dos veces, Kártsev se compra un billete para su añorada ciudad, Moscú, sesenta años después, en 2042.
El resultado es una sátira brillante que, además de presentar un comunismo futuro capaz de llegar a los mayores extremos del ridículo (es menester destacar que el libro, escrito en 1986, especula con la eventual caída de la URSS), juega con las paradojas de viajar en el tiempo. La futura sociedad soviética, donde el narrador aterriza, le dispensa las mayores atenciones, así como grandes quebraderos de cabeza. Su fama, en primer lugar, procede de un libro que Kártsev aún no ha escrito, pues lo comenzó tras su regreso del futuro. De este modo, el propio autor, y el libro que después escribirá, o que ya ha escrito, se convierten en factores fundamentales que decidirán el futuro de Rusia.
A través de los atónitos ojos del escritor seremos testigos de los logros de un sistema que, huyendo de los engaños de la ideología capitalista, así como de los errores de los primeros experimentos socialistas, ha cristalizado, finalmente, en un estadio de perfecto absurdo. El caldo de cultivo ideal para una última revolución.
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