Ningún hijo conoce del todo a sus padres, porque todos los padres se guardan secretos que, en la mayoría de los casos, se llevan consigo a la tumba. Esta historia empieza en el momento en que su protagonista, cuando todavía es un niño, descubre la primera grieta en una figura paterna monolítica, aparentemente diáfana y estable. Todavía tardará años en darse cuenta de que el secreto de su padre es una puerta que se abre a otros muchos lugares y, en última instancia, un legado tan atractivo como inquietante. Para el protagonista se convierte en un dilema y en un desafío vital, y para el lector en un verdadero festín de intriga e imaginación.
David Monteagudo es autor de Fin e Invasión, y un referente en el género de la literatura fantástica. El autor aplica en esta obra la misma destreza y tensión que en las anteriores, transportando al lector a un mundo que explora los límites de la ficción y la fantasía. Gracias a los personajes y a los detalles que le dan realismo, mantiene al lector absorbido y transportado por la satisfacción de la lectura.
David Monteagudo nació en Vivero (Lugo) en 1962, aunque desde los cinco años vive en Cataluña.
Operario en una fábrica de cartonaje, descubrió su vocación literaria a los cuarenta años, y se dio a conocer a los cuarenta y siete, con la publicación de Fin (Acantilado, 2009). Un estreno literario que alcanzó un enorme éxito entre los lectores y la crítica, y con el que consiguió llegar a las pantallas gracias al director de cine Jorge Torregrossa. Además, la novela ha sido traducida a varios idiomas.
Después de este debut glorioso como escritor, Monteagudo ha escrito otras obras: Marcos Montes (Acantilado, 2010), Brañaganda (Acantilado, 2011), El edificio (Acantilado, 2012) e Invasión (Candaya, 2015).
Monteagudo escribe lo que se conoce como ciencia ficción o literatura fantástica, un género literario cuyos relatos, aparentemente lógicos y reales, se ven sacudidos por la aparición de lo imposible, por una serie de elementos sobrenaturales que producen en el lector una sensación de inquietud, angustia y temor. En esta misma línea, Monteagudo afirma que su método es “empezar siempre con una situación cotidiana, realista, e introducir un elemento que rompa esa cotidianeidad, una rendija que permita asomarse a ciertos abismos, o a otras interpretaciones de la realidad”.
“Monteagudo demuestra de nuevo sus dotes de gran narrador, capaz de construir memorables escenas y de capturar nuestra atención con la imaginación de sus poderosos misterios.”
Víctor Sabaté.
“El terror inherente en Monteagudo es básico porque conoce de forma fantástica los mecanismos que generan ansiedad. Sabe conjugar cada uno de los engranajes del gran artefacto narrativo para conducir a los lectores donde quiere, y este territorio suele ser el de la desesperación y el atrapamiento. Leyendo a Monteagudo te sientes a merced de fuerzas extrañas que dilucidan el oscuro relato de existir. Pero al mismo tiempo, cada susto otorga una cualidad profundamente humana a cada pequeño detalle”.
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