Mircea Cărtărescu y
la teoría de la unicidad
Por
José de María Romero Barea
“Después de que el sol se apague y
la galaxia se desintegre y se produzca la muerte térmica del universo infinito,
¿volverá a recitar alguien siquiera dos versos, con ritmo elegíaco, sobre los
rizos de las damas elegantes y sus cajitas de marfil?” (“Pontus Axeinos”).
Regresa el autor de Nostalgia (1993;
Impedimenta, 2012) con en El ojo castaño
de nuestro amor (Impedimenta, 2016. Traducción de Marian Ochoa de Eribe),
donde el poeta, narrador y crítico literario rumano Mircea Cărtărescu (Bucarest,
1954) consigue codificar la memoria, la sátira, la fantasía y la especulación cuasi
mística. Sus narraciones modernistas renuncian a la trama en favor de las
ideas, el estilo, y, en este caso, los múltiples puntos de vista, todos ellos
alucinados, de la contemporaneidad.
Epigramas y retruécanos
golpean a diestro y siniestro al lector, que se abandona con placer a una tunda
de imágenes e ideas completamente originales y contundentes. En “Un escritor”,
por ejemplo, el autor de Lulu (1994;
Impedimenta, 2011) se pregunta: “¿Por qué las inmensas bibliotecas de Occidente
descansan sobre los hombros de dos hombres que no dejaron escritos a su paso,
Sócrates y Jesús?”. En el relato que da título a la colección, que podría
aplicarse a cualquiera de los gobiernos corruptos y las corporaciones sin
escrúpulos que existen, se cuenta: “En sus recursos por ministerios y bufetes
de abogados aparecieron unos personajes que les aconsejaron callar. Sus
desesperadas cartas a las autoridades que gobernaban entonces el país no
obtuvieron respuesta. A Victoraş se lo tragó la tierra miserable de unos
tiempos terribles”.
Los cuentos “La época
del nes” y “La ruina de una utopía” promulgan
la empatía. Sus protagonistas son, por una parte, un drogadicto cuya
comprensión de la realidad es totalmente lógica, pero aterradoramente tenue, y
por otra, un lector que, de lleno en su lectura, no tiene ni idea de lo que
está pasando (“El drama de mi vida empezó después, cuando en vez del Libro me
vi obligado a vivir la realidad”). La conspiración, la paranoia y la búsqueda del
enemigo perfecto se cuentan entre sus temas recurrentes. No es de extrañar en
un escritor de la clase trabajadora de Bucarest que alcanzó la mayoría de edad
en el apogeo de la dictadura de Nicolae Ceaușescu y su omnipresente agencia de
inteligencia, la Securitate: “El mundo parecía estancado en lo sórdido y lo
previsible. El comunismo era la realidad. Todo lo demás eran fantasmagorías de
película americana”. (“Los años robados”).
Las epifanías tienen
lugar, casi invariablemente, en el hogar familiar, lo que permite al autor de Las Bellas Extranjeras (2010;
Impedimenta, 2013) esbozar una teoría de la unicidad. Tras de sus fantasías
delirantes, de sus largos pasajes cuasi-ininteligibles, los cuentos de El ojo… regresan a tierra firme para
esbozar los efectos de una (mala) educación en Bucarest y sus (d)efectos (de)formativos.
La enfermedad y la soledad nos repliegan en nosotros mismos. La memoria, sin
embargo, puede ayudarnos a construir mundos. A partir de ese pasado - que se
extiende hacia atrás para abarcar toda la historia humana - Cărtărescu logra un
puñado de relatos de intensidad visionaria.
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