Cabaret Biarritz
Un auténtico descubrimiento. Una comedia literaria en el Biarritz efervescente de los años 20.
El verano de 1925, tras una inesperada y espantosa galerna, los habitantes de Biarritz quedan conmocionados por un trágico suceso: el cadáver de una joven de la localidad aparece colgando de un pie de una de las argollas que en el puerto se utilizan para sujetar las barcas. En aquella época, pocas noticias podían provocar tanto la curiosidad, intriga y emoción del ciudadano como los episodios de este tipo. Todos los periódicos se hacían enorme y extenso eco de asesinatos, suicidios o desgracias ajenas que, paradójicamente, les permitiesen vender más ejemplares. En esta ocasión, las circunstancias que hubiesen conducido a la muchacha hasta aquel infortunado final –ya fuese desengaño amoroso, envidia asesina o vergonzosa desesperación–, así como los avances policiales en el esclarecimiento de los hechos, permitían mantener atrapada la atención del lector durante varias semanas.
En 1938, el joven y apasionado escritor Georges Miet, que habitualmente hace historias populares para una editorial parisina, recibe el que sería encargo más importante de su carrera. Su editor, buscando templar la vanidad literaria del autor, le pide que escriba una novela «seria» sobre lo acontecido en Biarritz aquel fatídico verano casi quince años atrás. Miet no dudará en trasladarse a la vibrante ciudad costera para entrevistarse con todas aquellas personas que pudiesen haber estado relacionadas, de forma más o menos directa, con el suceso y con la joven muerta. Por sus tamizadas y cuidadas entrevistas pasarán individuos de toda la escala social, desde empleadas del servicio doméstico, hasta distinguidas señoras de la alta sociedad, periodistas, algún gendarme, fotógrafo, artista, comediante, juez e incluso una monja. Del manuscrito que daría posteriormente en llamarse «entrevistas de Biarritz», resultaría un esforzado trabajo de singular valor histórico, social y cultural… Este libro es la prueba fehaciente.
«Fourac siguió publicando relatos populares, que en su opinión eran los que querían leer los franceses. (Se asegura que rechazaba los libros que «apestaban a literatura» y criticaba sin piedad a los imitadores modernos de Balzac, Hugo, Stendhal, Flaubert o Maupassant; de las innovaciones vanguardistas nunca quiso saber nada y hablaba de ellas como infecciones y enfermedades terribles de la vanidad)».
Como si de una crónica periodística se tratase, Miet se irá reuniendo con cada uno de los que considera implicados, para trascribir de forma meticulosa sus declaraciones. Miet irá esbozando el retrato fiel y detallado de una época de grandes cambios sociales, que escapa presurosa de la última gran guerra sin querer ver lo cercana que está la siguiente... La sofisticada y escandalosa Biarritz se convierte en escenario modelo de aquellos felices años veinte que pretendían romper con los más rancios y arcaicos convencionalismos.
«Tal y como se ha advertido, los espantosos sucesos que pretendía narrar habían acontecido casi tres lustros antes de que él comenzara su trabajo, de modo que muchos documentos se habían perdido, o se habían extraviado, o se habían consumido entre el polvo y el tiempo, o se los habían comido los gusanos y las polillas, o se encontraban en tan lamentables condiciones que resultaban inservibles».
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