«Un ensayo luminoso que abre al lector las puertas de una geografía desconocida, un recorrido paralelo que a través de la Historia han seguido no pocos políticos, científicos, filósofos y creadores que aquí conviven con los onironautas, seres para los que las visiones, los presentimientos, las señales del inconsciente, son más relevantes que lo que viven despiertos.»
Emma Rodríguez, El Mundo
«El autor, sereno explorador de mundos interiores […], ordena su inquietante, emocionante, convincente, amena descripción abordando los sueños desde la historia, lo sagrado, el espacio, el tiempo y la muerte.»
Isidoro Reguera, Babelia, El País
El encuentro entre el racionalismo moderno y la otredad es el tema central de la literatura fantástica: en el mundo común y cotidiano, un fenómeno súbito y extraordinario pulveriza en pocos segundos «el orden natural de las cosas». Caillois definió a esta súbita rasgadura de lo real: «irrupción de lo inadmisible». Así, la primera condición de lo fantástico es, como dice Todorov, «la duda del lector». Pues bien, lo curioso del caso es que cada una de estas características del cuento fantástico pueden muy bien aplicarse a buena parte de los «relatos» de este libro, al plantear también en la realidad un radical desplazamiento de sentido, si bien con una notable diferencia: aquí «lo fantástico» no se da en el escenario de las ficciones literarias, sino en el ámbito histórico, en el mundo real, tal como atestiguan las fuentes documentales, que pueden consultarse al final del volumen. Sólo el lector podrá juzgar si todo lo que refieren estas páginas es sólo un relato más o menos literario, o el leve rumor de una realidad ignorada; en definitiva, el viejo dilema de la literatura fantástica.
Este libro no trata sobre la interpretación de los sueños, explora los diferentes significados que tiene el verbo soñar en relación con la historia, lo sagrado, las dimensiones interiores de la conciencia, las paradojas y complejidades del tiempo y el punzante enigma de la muerte. En el primer capítulo, ciertos sueños (de Aníbal, Von Bismarck, Lincoln, Perpetua o Descartes, entre otros) demandan una nueva categoría histórica: la onírica. El segundo capítulo trata de explicar en qué consistía la incubación de sueños en los antiguos templos de sanación. El tercero es una breve historia del sueño lúcido. El cuarto se adentra en los laberintos del tiempo onírico, dando especial énfasis a los sueños paradójicos que hacen presente el porvenir. El último es una indagación en la metáfora del sueño y su correspondencia con la muerte, en el onirismo de los moribundos y en las visiones científicas y místicas de la otredad.
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