Autor.- Charles Simic
Título.- El monstruo ama
su laberinto
Editorial.- Vaso Roto
Nº Páginas.- 168
por José de María Romero Barea
Al
autorretrato en forma de libro El
monstruo ama su laberinto (Vaso Roto, Umbrales, 2015) no le falta el
autoanálisis de un San Agustín o un Tolstoi, la auto-crítica de un Rousseau, el
aplomo histórico de un Henry Adams, o el flujo anecdótico (y chispeante) de un Robert
Graves. Como las anteriores y cualesquiera otras autobiografías, su autor, el poeta
laureado de Estados Unidos y ganador del Premio Pulitzer, Charles Simic (Belgrado,
1938), fusiona el amor al detalle con la perfección de la forma, lo exacto con
lo evocador, su aguda conciencia del tiempo con indicios de atemporalidad.
Parte del encanto especial del volumen es la diferencia que el
poeta establece entre, por un lado, un pasado imperfecto (la pobreza no solo
artística y la dislocación de una infancia serbia plena de acontecimientos bajo
el totalitarismo soviético) y un presente bajo el refugio cultural de los EEUU
y sus clases liberales cultivadas, diferencias que Simic, famoso por sus
crípticos aforismos, describe aquí, con dramático detalle, en estos cuadernos
que ven la luz por vez primera en castellano.
La primera de las cuatro secciones recoge reminiscencias
autobiográficas de su infancia en Serbia. “Nunca seremos tan jóvenes como lo
somos esta noche – decía [mi padre]. Si somos listos, mañana encontraremos la
manera de pagar el alquiler”. Simic parece decidido a demostrar que su infancia
contiene, en una escala mucho más reducida, los componentes principales de su
madurez creativa. Su memoria, especialmente en lo que respecta a los primeros
20 años de su vida, es típicamente rigurosa, y sigue el plan propuesto: atenerse
a la verdad en las buenas y en las malas, y no tener la tentación de llenar los
vacíos con verisimilitudes lógicas.
El resto del libro alude a su juventud y madurez en Chicago y
Nueva York, cuando llegará a afirmar que “la belleza de un momento fugaz es
eterna”. Se recogen el tipo de imágenes y yuxtaposiciones que Simic bien podría
haber utilizado en un poema. La traducción del poeta y crítico Jordi Doce (Gijón,
1967) permite al lector en castellano disfrutar de las circunvoluciones y diversas
líneas temáticas que atraviesan el volumen, que recuerdan a las adivinanzas y los
rompecabezas en los que se mezclan “filosofía y poesía”, que resultan en “una
comedia sublime”. Al final, el poeta serbio solo se somete a los “filósofos de
miniatura”, esos “que uno se guarda en el bolsillo”; solo cree en el silencio,
“tan antiguo como el ser, quizá aún más antiguo.”
Al leer los epigramas y viñetas que componen El monstruo, asistimos a la rara visión de una mente consumada e
introspectiva. Nabokoviana en su encanto y cáustica en su inteligencia, la
autobiografía de Simic es sensible a la mística de lo mundano mientras alude,
sin subterfugios, al sufrimiento perpetuo que nos infunden la vida y sus daños
colaterales: el dolor y la felicidad. Como poeta que es, el serbio sabe alinear
el más improbable de los emparejamientos mientras explora los nexos de la
locura y la profecía, el infierno y el paraíso, la lujuria y la muerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario