La fama de la desapacible Kimberly Clark Weymouth, una pequeña ciudad eternamente envuelta en ventiscas y metros de nieve, llega cuando la escritora Louise Cassidy Feldman, de paso por allí, se inspira en el lugar para ambientar su clásico infantil La señora Potter no es exactamente Santa Claus . Desde entonces, la ciudad recibe, a regañadientes, lectores de la excéntrica autora que recorren, calle a calle, los escenarios de su obra favorita y acaban la visita en “La señora Potter estuvo aquí”, la tienda de souvenirs fundada por Randal Peltzer. Billy, el hijo de Randal, ha quedado al frente del negocio tras la muerte de su padre, pero un buen día, harto de sostener un destino que no ha elegido, decide que es hora de huir de la ciudad, de la señora Potter y de sus fans. «Madre intermitente mientras estuvo junto a Bill, a veces cariñosa, y otras, ensimismada, Madeline Frances Mackenzie, dejó atrás a su familia para dedicarse al arte, pero durante años fue enviando a su hijo cuadros de paisajes desconocidos donde el niño buscaba el rastro de esa figura ausente y añorada. El retorno de Madeline (...) abre el desenlace de una exuberante historia que concluye con hijos que recuperan el abrazo materno perdido en la niñez, adultos que intentan hacer las paces con sus orígenes y sus sueños, y una ciudad, ya no tan desapacible, que redescubre la fama gracias a las miniaturas de Stumpy». Desde su debut con Bienvenidos a Welcome hace más de una década, Laura Fernández ha ido tramando novela a novela un universo literario singular, regido por una imaginación ilimitada y un estilo profuso que con un deje pop toma gestos de géneros como el terror, la narrativa detectivesca y la fantasía para combinarlos en un cóctel tan personal como desopilante. Como si se tratara de un dispositivo de cajas chinas, La señora Potter no es exactamente Santa Claus , su nueva obra, es una novela que contiene en sí a otra novela, y a un sinfín de historias que proliferan a la misma vertiginosa velocidad que lo hacen los personajes que las protagonizan: criaturas tiernamente extravagantes, luminosas y al mismo tiempo desvalidas que habitan un mundo insólito. Con su trama de enredos, intrigas y rumores, su incesante desfile de personajes, y por supuesto, con sus ventiscas y su eterna atmósfera navideña, la desapacible Kimberly Clark Weymouth nos atrapa. Dentro de este pequeño universo de deriva impredecible y minuciosa factura, la ficción se nutre de lo real, y éste, a su vez, acaba siendo contaminado por la ficción en un ingenioso juego que hace saltar por los aires las fronteras entre aquello que distinguimos como la realidad y su representación. La señora Potter no es exactamente Santa Claus cuestiona la naturaleza misma de la ficción y de los relatos que construimos. Fernández nos ofrece una historia que reflexiona en profundidad y con lúcida sensibilidad acerca de la creación literaria, el arte como refugio, el fracaso, la soledad de los incomprendidos, los contradictorios sentimientos que desata la maternidad y aquellas heridas de infancia que todo adulto esconde dentro de sí. |
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