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lunes, 2 de abril de 2012
27.- Trampa de cazadores. con invit.nota.doc
Trampa de cazadores
Madrid, 18 de julio de 1936. Punto de partida de esta historia, de una guerra que enfrentó, como ninguna otra, a los hombres contra sí mismos.
En los tres meses siguientes a aquel día de verano, un puñado de personajes, minúsculas piezas de la gran maquinaria, girarán sin cesar, sin sospechar siquiera el inmenso engranaje en el que se mueven. Apenas representan unas pocas vidas en el Madrid de los inicios de la guerra, el Madrid bombardeado, el Madrid de los combates en la Ciudad Universitaria, el Madrid siempre asediado, el Madrid que un día dejó de ser él mismo para convertirse en el centro del mundo. Algunos de sus nombres pertenecen a lo imaginado, la mayor parte de los sentimientos a lo muy probable, pero el lector puede tener la absoluta certeza de que todos y cada uno de los sucesos ocurrieron tal como se cuentan.
El argumento que Pelayo Martín construye en Trampa de cazadores va más allá de cualquier planteamiento maniqueo al uso, y pone de relieve las luces y sombras de unos protagonistas, abocados a abrazar la única opción posible, cuyas historias revelan que todo conflicto bélico acaba trayendo siempre miseria, tanto física como moral. Fragmento
El próximo 12 de abril podéis acudir al acto de presentación de esta estupenda novela en la librería Tipos Infames de Madrid. INVITACIÓN - ACTO
Pelayo Martín, nació en Madrid un 2 de diciembre de 1962. Hijo único y de madre soltera. Servicio militar cumplido. Aún vive en el mismo barrio donde nació, sobre las mismas aceras que pelaron sus huesudas rodillas, a la luz de la misma farola donde Arturo Barea cazaba sus mariposas. Es el elaborado resultado de una educación religiosa, maniquea y profundamente conservadora. Escribe por puro milagro y varias razones, pero la única que está dispuesto a reconocer se llama envidia.
Gracias a ese desprestigiado sentimiento, comenzó a imitar a todos aquellos que consideró dignos de su apasionado rencor. De ese modo se entregó al intento de construir castillos, crear monstruos o cargar de penalidades las vidas de sus inocentes imaginados.
Twain, Stevenson, London, Kipling, Doyle y otros muchos fueron los primeros y máximos responsables de todo ello. Después llegaron otros, pero su culpa fue menor, la semilla ya estaba plantada, y que Pelayo Martín malsiguiera sus pasos era sólo cuestión de tiempo.
Para más información,
Elvira de Miguel
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