Una evocadora
novela sobre la época de los nacidos en los años 60,
pero con la que también se sentirán identificadas las generaciones posteriores
pero con la que también se sentirán identificadas las generaciones posteriores
Leif Garrett en el dormitorio de mi hermana es la memoria sentimental de toda una época, un canto a la nostalgia y al recuerdo de unos años de juventud. A través de las vivencias de los personajes se va configurando el retrato de toda una generación: cómo se hablaba de sexo, el amor y el desamor, la relación con los padres, una juventud rebelde y sin preocupaciones, qué carrera con salidas elegir… Una generación que vivió el despertar de la democracia y la libertad y en la que la mujer empezaba a tener un papel muy importante fuera de casa.
Además, ésta es una novela con banda sonora, ya que a lo largo de sus páginas la música (y las películas) de aquella época acompañan a los protagonistas: Rod Stewart, Leif Garrett, Bee Gees, Bonnie Tyler... Series como Chiripitiflauticos, Bonanza, La casa de la pradera, Colombo, Pipi Calzaslargas...
Si quieres entrevistar al autor ponte en contacto con Laura Verdura
en el teléfono 91 423 03 03 o manda un mail a lverdura@planeta.es
La nostalgia de un
tiempo pasado puede devolver las ilusiones presentes
Leif Garrett en el dormitorio de mi hermana es la memoria sentimental de toda una época, un canto a la nostalgia y al recuerdo de unos años de juventud marcados por canciones, películas y programas de televisión que seguro ya no se repetirán. A través de las profundas vivencias de los personajes, de sus relaciones, ideales y desengaños, se va configurando el retrato de toda una generación, aquella que vivió el despertar de la democracia y la libertad de unos tiempos tan decisivos como inolvidables. El final de los setenta vendría acompañado de aires frescos y de nuevas formas de pensar, sobre todo para la mujer que terminaría rompiendo con muchas de las ataduras tradicionales
con las que cargaba: ya no se casa para toda la vida, estudia, ya no carece de iniciativas, trabaja, tiene grandes inquietudes, y vive una libertad sexual plena, alejada de antiguos prejuicios.
«Fue placentero, difícil de explicar, como un calambre. Luego comenzó a escuchar en el colegio, en las clases de religión —o tal vez fuese en aquellos ejercicios espirituales o convivencias—, que nada de llevarse la mano ahí. Que nada de tocarse los genitales, que era pecado. ¿Era pecado eso? ¿Por qué? ¿Cuánto? ¿Pecado mortal? ¿Más que no ir a misa? ¿Más que abrir la hucha del Domund y quedarte dinero? ¿Más que mentir a los padres? ¿Más que robarle palodú al pipero? ¿Y por qué era pecado? Todo eso se preguntaba Teresa.»
Los recuerdos de la protagonista permiten acompañar a los distintos personajes a lo largo del tiempo, desde su juventud hasta el momento actual. Ese viaje tan personal muestra muy de cerca sus broncas de pareja, el trato con los hijos, las largas horas de trabajo, los momentos de asueto con las amigas o incluso sus relaciones sexuales; periplo que por otro lado, posibilita un análisis cuidadoso de como ha ido evolucionando la sociedad de los últimos treinta años. Es entonces cuando las secretas reflexiones de la protagonista parecen hacerse propias del lector, quien termina enfrentando temas como la vejez, la soledad, la traición, la madurez mental o los cambios asociados a la libertad y evolución del pensamiento de manera mucho más íntima.
«Se dispusieron a ver la película, rodeada de polémica, de escenas tórridas, de escándalo: ese que desata el sexo cada vez que se habla de él, aunque se muestre poco, o nada, o lo suficiente. Se apagaron las luces. Olía a humedad, a ambientador, a cine, a novia, a novio.»
En función del momento que se aborde en la evolución de la historia, el autor y su narrador omnisciente alternan el uso de un lenguaje contenido y casi lírico, con otro mucho más coloquial y desenfadado. Es en esa parte más vitalista donde Elguero demuestra sus dotes para elaborar ágiles diálogos, cargados de fuerza, humor y empatía. Destacables son las escenas eróticas: detalle, agitación y eficacia narrativa aunadas con verdadero acierto. Sobresalientes son también las alusiones culturales (música, cine, televisión) que a lo largo de toda la novela se van remarcando: letras de canciones que fueron top en la mayoría de emisoras de radio, actores y películas que estuvieron de moda o llenaron todos los cines, programas de televisión que congregaron ante el receptor a familias enteras... En definitiva miradas nostálgicas que no solo están en la cabeza de la protagonista, sino también en la memoria popular de toda una generación.
« —Pues también tuve mi etapa de música revolucionaria sudamericana, letras que dijeran algo de verdad, letras con contenido, y me puse con las canciones de Quilapayún, Silvio Rodríguez, Mercedes Sosa... En fin, me aprendí sus canciones a la guitarra...»
Leif Garrett en el dormitorio de mi hermana se convierte en la excusa, y al mismo tiempo, la oportunidad perfectas para rebuscar en el pasado, con pasión y alegría, reposados, sin ira ni remordimientos... para congratularse con aquellas canciones que se asocian de manera inseparable al primer amor, con aquellos actores que fueron iconos de juventud, con aquella películas que acompañaban la fila de los mancos... para romper con la desidia y tratar de recuperar los valores que por pereza o distanciamiento se han ido quedando arrinconados en la memoria.
«Won´t you please, please tell me what we´ve learned
I know it sounds absurd, but, please tell me who I am,
who I am, who I am... »
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