El novelista y
cuentista Juan Carlos Chirinos, una de las voces fundamentales de su
generación, es el autor de La
manzana de Nietzsche, que reúne 16 textos de narrativa breve
que siguen la línea trazada desde su primer volumen de relatos: el
rozamiento entre la realidad y la ficción.
Con su libro, Juan Carlos Chirinos entronca con una tradición literaria en
la que la realidad y la ficción se funden en un solo discurso y sus
fronteras se difuminan. La
manzana de Nietzsche es un libro compuesto por grandes relatos
sobre escritores, filósofos, monstruos, santas y magos itinerantes.
Historias que parecen hechas en la máquina de escribir Malling-Hansen de
Friedrich Nietzsche, percutidas sus teclas con la misma furia y afán de
verdad. Lo que
inspira los cuentos aquí contenidos, el leit motiv que les da sentido, es
la bola
de escribir
Malling-Hansen que en febrero de 1882 compró el filósofo alemán para
paliar las dificultades de su vista cansada y que al final se convirtió en
un lastre para el desarrollo de su prosa. Bajo el influjo
de esa singular anécdota, Chirinos dota de una vida nueva y distinta a
personajes tan disímiles como Jean Piaget, Francisco de Miranda, Lovecraft,
Chomsky o Benn, quienes comparten espacio literario con santos, monjas,
curiosos, tahúres y jugadores de póker dispuestos a distorsionar el ritmo y
la lógica del mundo.
La crítica Elda Stanco, del Roanoke College, ha dicho que una clave para entender y
disfrutar plenamente de sus novelas y cuentos es encontrar las pistas
intertextuales de sus historias; y José Balza, el novelista
venezolano más importante de la actualidad, considera que su prosa es «vertiginosa y exacta, plena
de humor y desolación».
Sobre su anterior libro, Gemelas,
ha escrito el novelista canario J. J. Armas Marcelo que «Juan Carlos Chirinos consigue
que el lector vaya detrás del enigma como los perros salvajes corren por
Caracas, con ansiedad noctámbula y robándole las sobras a la vida»;
y el narrador granadino Ernesto Pérez Zúñiga cree que «después de leer a Juan Carlos
Chirinos, queda la sensación de haber viajado por los secretos más
cotidianos y, por eso, mejor escondidos del ser humano».
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