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Marco histórico y cultural
La Sevilla donde se desarrolla EL ALCALDE DEL CRIMEN todavía es una ciudad encerrada en sus murallas romanas. Lejos quedan sus días de gloria y riqueza, producto de su monopolio comercial con Las Indias. Esa posición privilegiada hace tiempo que se la ha arrebatado Cádiz. Sevilla cuenta con ochenta mil habitantes, es la segunda ciudad más poblada del reino, pero es una población sumida en la decadencia más más abyecta. Aunque sin su grandeza de antaño, Sevilla se ha convertido en el último baluarte de los grandes aristócratas y del clero ultramontano. Es allí, en la otra margen del Guadalquivir, donde la Inquisición cuenta con su más grande y terrible gazapera.
Pero Sevilla también es el centro de La Ilustración española. Con la guía de Pablo de Olavide, en el Alcázar Real se congrega un variopinto grupo de literatos, hombres de leyes y burgueses que mantienen viva su célebre Tertulia, entre cuyos participantes destaca Jovellanos.
El siglo XVIII es para Sevilla la edad de su ruina, pero también será el escenario en el que tenga lugar el mayor duelo entre las Tinieblas y las Luces.
La novela
Sevilla se ve sacudida con la aparición de una serie de sacerdotes decapitados. En todos los casos, los cuerpos no presentan herida alguna —salvo un corte limpio y preciso— y no hay rastro de sangre, sino tan solo una especie de líquido solidificado en torno a los cadáveres. El pánico comienza a apoderarse del clero y de toda la población. Gaspar de Jovellanos, juez de la ciudad hispalense, ayudado de Richard Twiss, un intrépido viajero inglés recién llegado a España, y de Mariana de Guzmán, una joven e inteligente aristócrata secretamente enamorada de Gaspar, comenzarán una búsqueda frenética del asesino ¿o asesinos? cuyos incesantes horrores parecen seguir unos vaticinios ya publicados. En la vorágine de tales sucesos, Sevilla se debate entre el miedo y el oscurantismo representado por el Santo Oficio y las nuevas ideas traídas por la Ilustración.
Los únicos hilos de los que podrán tirar para esclarecer tan horrendos crímenes antes de que la población se levante en armas no parecen tener mucho en común. Por un lado, se está llevando a cabo una cuidada y selectiva eliminación de religiosos de oscuro pasado y reprobable comportamiento. Por otro, cuenta una leyenda que en la Semana Santa de 1767, cuando los jesuitas fueron expulsados del reino, alguien escondió un fabuloso tesoro de oro en uno de los edificios más emblemáticos de Sevilla. ¿Qué relación existe entre ambas pistas? ¿Estarán a tiempo de solucionar el rompecabezas antes de que la ciudad estalle? ¿Podrán Gaspar de Jovellanos y Mariana de Guzmán expresar libremente su amor antes de que la locura y el terror los arrastre a ellos también?
El autor
Francisco Balbuena es natural de Jaén y estudió Ciencias de la Información en la Universidad Complutense. Ha ganado el IV Premio de Novela Ciudad de Badajoz con Portentos de ultramar, el IX Premio de Novela Francisco García Pavón de Tomelloso con El oráculo de la tortuga y el XI Premio Río Manzanares de Novela con su obra El jardín de ajenjo. Asimismo, ha sido finalista de numerosos premios, entre ellos el Planeta, el Fernando Lara, el Primavera y el Azorín. Actualmente reside en Madrid.
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