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Según Benedicto XVI, «Dios posee un agudo sentido del humor, humor que forma parte esencial del gozo de la Creación». Estas palabras, pronunciadas por el actual Pontífice cuando era Prefecto de la Sagrada Congregación para la Defensa de la Doctrina de la Fe, animaron al autor de este libro a embarcarse en un texto sui generis centrado en el Antiguo Testamento, ensayo más festivo que erudito, respetuoso en los modales y tan retraído en la crítica como circunspecto en las conclusiones, con la intención de recopilar todo aquello que la lectura del texto sagrado fuese revelando como ingenioso, divertido, pintoresco o absurdo (también cuenta el humor del disparate). El compendio resultante pone de manifiesto que, contra todo pronóstico, el Antiguo Testamento es pródigo en visajes, pasajes y paisanajes jocosos que el lector debiera juzgar, nunca mejor dicho, como caídos del Cielo.
Casimiro Antonio Plácido Emiliano García (Cachi para los íntimos) nació en Motril (Granada) hace bastantes más años de los que le gustaría contar en la actualidad. Las primeras letras le fueron inoculadas en su ciudad natal. El resto del saber académico lo encajó en el Instituto «Calderón de la Barca» en Madrid, en el «Padre Suárez» de Granada, y en los HH Maristas de dicha ciudad, donde transmutaron en sobresalientes las calabazas que el mozalbete venía cosechando con tesón desde primero de bachillerato. Brillantemente remató en cuatro años la licenciatura de Derecho en la Universidad granadina, preparando oposiciones a Notarías, cuerpo en que ingresó con el número uno de su promoción tres años más tarde. Como escribano ejerció la profesión en diez localidades distintas —-una después de otra, se entiende—-, jubilándose en Granada, donde actualmente reposa lo que quedó de él tras la jubilación. Aunque a su juicio resulte increíble, ha publicado sesudos trabajos en revistas de su especialidad.
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