Andrić comenzó a escribir El patio maldito entre las dos guerras mundiales, pero no pudo publicarla hasta 1954, un año después de la muerte de Stalin, en un momento en que la literatura yugoslava ya había salido de los rígidos marcos del realismo socialista. No es casualidad que en las cien páginas de esta breve novela se perciba toda la experiencia del siglo XX.
El «patio maldito» es una lúgubre y vasta prisión de Estambul, una cárcel kafkiana, un mundo lejano, desconcertante, el lugar donde acaban los exiliados de todas partes y de todos los rincones, un lugar donde el hombre finalmente es lo que es, y lo que durante toda su vida se ha ocultado a sí mismo y a los demás.
Es una de las obra mayores de Andrić (para algunos la mejor que escribió) y la acompañamos de otros quince relatos de la vieja Bosnia otomana y austrohúngara. Por las páginas de este libro vemos desfilar guerreros otomanos, maestros sufíes, oficiales austrohúngaros, monjes franciscanos y al siniestro Karagöz, que gobierna con mano de hierro un penal de pesadilla. También incluye «El puente sobre el Zepa», antecedente tanto temático como formal de su legendaria novela El puente sobre el Drina.
«Todo lo mío viene de Bosnia», reza una de las frases más célebres del yugoslavo Ivo Andrić, Premio Nobel de Literatura en 1961, pero en estos relatos, el gigante de las letras yugoslavas no solo capta para la posteridad el atractivo tenebroso de su Bosnia natal, sino que otorga a sus historias y personajes la universalidad propia de la gran literatura. | 
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