Ángel Olgoso se despide de un género que ha cultivado durante cuarenta años con fruición imaginativa y estilística. Los catorce textos de este último libro, que ha ido construyendo durante los últimos cinco años, dan un golpe de timón a su narrativa —donde dominaba lo extraño, lo turbador o lo sombrío—, poniendo proa a un territorio más luminoso: la bondad, la pasión amorosa y creativa, la alegría, la solidaridad, los sueños, la gratitud, la esperanza, la capacidad de maravillarse ante la belleza milagrosa del mundo. Devoraluces es celebración y reconciliación, un breve catálogo de las raras dulzuras que puede otorgar la vida, una iluminación profana, un bálsamo para tiempos inciertos. Y Ángel Olgoso vuelve a hacer un empleo maestro del crisol del cuento antes de partir hacia otros rumbos literarios.
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