A finales de los años noventa, en un barrio de la periferia barcelonesa, la hija de Muh escribe listas y más listas de propósitos y tareas, aquellas cosas que hará a partir de lunes para convertirse en una niña buena y sumisa, para agradar y sentirse querida. Pero la estudiosa adolescente no lo consigue por más que se esfuerce, porque se está convirtiendo en una mujer y, para una familia de inmigrantes marroquíes presidida por un padre autoritario y severo, ya solo eso la vuelve sospechosa ante la posibilidad de cualquier desvío mínimo, como no llevar velo, caminar sola por la calle —aunque sus hermanos menores lo hagan sin dar explicaciones— o simplemente hablar con un hombre.
Todo cambia el día en que conoce a una chica un par de años mayor que ella, también hija de una familia marroquí que proviene del mismo pueblo al otro lado del Estrecho que la suya. Pero a diferencia de esta, su familia es mucho más permisiva y la joven goza de mayor libertad, sin las ataduras culturales y religiosas del resto de la comunidad. Estudia en una academia de peluquería para trabajar y emanciparse y se está sacando el carnet de conducir. Incluso cuando conoce a un chico, también inmigrante marroquí, parece dispuesta a elegir a su propio esposo dejándose guiar por su corazón y a no aceptar un matrimonio concertado según la tradición de la comunidad.
A partir de ese encuentro, la hija de Muh (solo al final sabremos que se llama Naíma) se da cuenta de que no está condenada a una vida de reclusión y sometimiento como su madre, que hay otro camino para descubrir quién es, qué quiere ser y qué la hará feliz. Un camino arduo y muy duro que necesariamente debe pasar por la conquista de su propia libertad, sin hipotecar sus anhelos ni reprimir sus deseos. Una libertad completa, sin restricciones ni vigilancia (azuzada por los cotilleos y habladurías de la temerosa comunidad de inmigrantes), que funciona como un sinónimo de dignidad.
Pero si nuestras madres nos habían parido poco después de salir de la infancia, ¿cómo podíamos saber lo que era ser adolescente si en el país de nuestros padres no existía tal cosa? ¿Cómo podíamos vivir despreocupadas y hacer como que éramos chicas normales al filo del milenio con todas esas ventanas iluminadas acechándonos?
En esa aventura se embarcan las dos amigas, pero los obstáculos a los que tienen que enfrentarse son desmesurados, porque deben luchar continuamente contra los condicionantes de género, de clase social y de origen: la maternidad y la imposible conciliación familiar, las oportunidades laborales, la violencia de género y el machismo en un entorno cultural que no concibe la independencia económica y la emancipación de la mujer, la xenofobia y los prejuicios de los que ni siquiera las muchachas inmigrantes de segunda generación pueden librarse.
Esta es la conmovedora historia que muchos años después reconstruye Naíma, aquella chica marroquí que se refugiaba del ambiente opresivo en las novelas que leía, ya convertida en escritora. Una historia intensa de amistad y libertad que se cuenta a sí misma y a su vieja amiga con una lúcida sensibilidad. Y de ello trata El lunes nos querrán, la nueva novela de Najat El Hachmi merecedora del Premio Nadal de Novela 2021. Una obra demoledora que convierte la epopeya cotidiana de dos chicas de barrio en una historia universal. Una novela valiente y sin concesiones que, por un lado, rinde tributo a las mujeres «que se salieron del camino recto para ser libres», como reza su dedicatoria; y por el otro, combate abiertamente los prejuicios y la discriminación de género, de origen y de clase social.
LA CONSAGRACIÓN DE UNA VOZ LITERARIA IMPRESCINDIBLE
«El acto de escribir es un acto de libertad. Y de rebelión, porque no hace tanto que nos permiten tener una voz propia. Un grito a través de una hoja en blanco. Y es este grito, a veces áspero y crudo, a veces tierno y melodioso, irónico o indignado, impaciente o resguardado, siempre, siempre cargado de la esperanza de saber que hay quien la recogerá al otro lado, lo que me lleva una y otra vez a escribir. » Najat El Hachmi
Con una prosa envolvente, que combina la oralidad con la potencia del mensaje, y un estilo directo y preciso salpicado de sugestivas imágenes, El lunes nos querrán es un magnífico retrato de dos jóvenes de nuestros tiempos, dos heroínas contemporáneas llenas de vida, con sus dudas, certezas y contradicciones, y de su día a día épico.
Más allá de su impecable factura literaria, El lunes nos querrán es sin duda la obra cumbre de Najat El Hachmi, la más personal y lograda, tan urgente y necesaria que forzosamente hará reflexionar a lectoras y lectores por igual.
EL MIEDO IMPERECEDERO
La valentía es sin duda una de las señas de identidad de Najat El Hachmi, la autora que irrumpió con fuerza en el panorama literario catalán en 2008 con El último patriarca, novela ganadora del prestigioso Premi Ramon Llull. Entre otras cosas, porque su compromiso feminista por los derechos de las mujeres y la igualdad y en la lucha contra la discriminación y la xenofobia son las banderas de toda su obra; desde su primer libro, el ensayo publicado en 2004, Jo també soc catalana, hasta su más reciente trabajo Siempre han hablado por nosotras (2019), un demoledor manifiesto feminista elogiado por la crítica, pasando por novelas emblemáticas de la autora como La hija extranjera (2015) o Madre de leche y miel (2018). Sin embargo, el lector que crea que esa valentía es temeridad a la hora de enfrentarse a la opresión, las injusticias y la violencia de género que rigen actualmente la vida de muchas mujeres de familias musulmanas, se equivoca. Porque el miedo también forma parte de su compromiso. «Todavía hoy, cuando escribo [sobre estos temas tabús], me tiemblan las manos, tecleo con miedo por ser castigada una vez más por romper el silencio que me han impuesto desde pequeña», confiesa Najat El Hachmi en Siempre han hablado por nosotras.
EL CUERPO COMO ESPACIO DE CONFLICTO
El lunes nos querrán aborda el cuerpo como espacio de conflicto en una indagación inédita para descubrir el modo en que influye lo social y lo político en lo más íntimo. Las protagonistas hacen suyo el modelo de mujer occidental como alternativa al de la madre esposa que les impone su comunidad, pero pronto descubrirán que también está fuertemente condicionado, en este caso por las imposiciones sobre su físico. Esta perspectiva es original y viene dada por la reflexión y análisis que la autora lleva desarrollando desde hace años.
EL DESAFÍO DE LA SEGUNDA PERSONA
Una peculiaridad nada inocente de El lunes nos querrán es que la narradora de la historia, el personaje protagonista de Naíma, la hija de Muh, cuenta la historia en segunda persona. Se dirige a un tú omnipresente en todo el relato, que remite a su vieja amiga de adolescencia que tomó como modelo, a la manera epistolar. Y de algún modo, la novela funciona como una larga carta de una amiga a otra. No existen muchos casos de novelas narradas en segunda persona en la historia de la literatura y, por cierto, no se trata de una técnica literaria sencilla. Najat El Hachmi lo consigue de una forma magistral. Pero quizá lo más relevante en todo caso es que aquí esa segunda persona se confunde premeditadamente con el lector o la lectora que lee la novela y de un modo directo te interpela. En ese logrado efecto radica en buena medida la fuerza del relato con todas sus implicaciones sociales, culturales y éticas.
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