El día enterrado es la narración del momento en que sus protagonistas no pueden evitar reconocer cuándo y por qué se quebró para siempre su vida. «El tiempo y la campana han enterrado el día», la línea de T. S. Eliot que abre la novela, anuncia la desventura que nos previene de que la condición que se extingue sea la misma que nos acoge.
Días antes de divorciarse, Gadea Vigo no acude a la galería de arte en la que trabaja; desaparece, al parecer voluntariamente, sin dejar rastro. Su confidente y amiga, Serapia Gómez, trata de averiguar qué la ha impulsado a tomar una decisión tan drástica. En la indagación descubre asuntos turbios de la galería, la venta de cuadros falsos de eminentes pintores, y el mundo de relaciones insospechadas en que ella misma vive. Inmiscuirse en otra vida la obliga a recuperar una dolorosa experiencia, velada a los demás, que la enfrentó a lo incomprensible.
La capacidad narrativa de Francisco Solano, uno de los escritores actuales más innovadores, nos conduce por las intersecciones de una ausencia inesperada, sumiéndonos en una desdicha que se quería preservar en la intimidad. El día enterrado explora el quebranto de la pérdida y la forma en que, a resguardo del conmovido recuerdo, se custodia a una persona querida.
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