EL
DIABLO EN EL CUERPO
Autora: Soledad Galán
Editorial: Grijalbo
Nº de páginas: 270
por
Eduardo Cruz Acillona
Hace poco celebrábamos el 180
aniversario del nacimiento del insigne y romántico poeta sevillano Gustavo
Adolfo Bécquer. Y mientras la mayoría rememoraba en su cabeza el retorno de las
oscuras golondrinas o se deleitaba imaginando erróneamente una pupila azul (las
pupilas siempre son negras, lo que es azul o marrón o verde es el iris), uno
disfrutaba releyendo esa obra atribuida por algunos tanto a Gustavo como a su
hermano Valeriano y titulada Los Borbones
en pelota. Se trata de una colección de 89 acuarelas en las que, en un tono
pornográfico-festivo (si se me permite el poco académico término) se ridiculiza
en forma de caricatura y de textos pseudopoéticos a los diferentes personajes
que pululaban alrededor de la corte de Isabel II, soberana incluida.
Hay quien pone esta obrilla como
ejemplo para conocer sin ambages ni censuras lo que se cocía por las alcobas de
Palacio y sus alrededores a mediados del siglo XIX. Pero sería un ejemplo
incompleto si no mencionáramos y destacáramos la última novela de Soledad
Galán, curiosamente paisana de los Bécquer, y que lleva por título El diablo en el cuerpo.
En este libro Isabel II habla en
primera persona. Y lo hace sin cortapisas, sin freno, a boca llena y calzón
quitado (muchas veces, no sólo en sentido figurado). Dado que no se le dejó
gobernar el país (presionada siempre por su propia madre y algunos generales
como Narváez, O’Donnell y Espartero) y se la casó con un hombre, Francisco de
Asís, al que ella misma llamaba “Paquita” y del que decía que “el día de
nuestra boda llevaba más encajes que yo”, decidió gobernar su propia vida desde
un punto de vista terrenal (¿o deberíamos decir, más ajustadamente, carnal?).
De esa manera se convirtió en la reina deslenguada, divertida, provocadora y
libre que magistralmente recrea Soledad Galán en el libro.
Mezclando con sobresaliente
naturalidad el rigor de la Historia con el deleite licencioso de la ficción,
Galán construye un potente personaje lleno de ricos matices y jugosas
reflexiones, mostrándolo, finalmente, como lo que fue: una mujer adelantada a
su tiempo, que aprovechó su estatus para romper con todos los clichés
establecidos y que se convirtió en soberana de un reino que no fue España sino
su propio cuerpo.
Si usted es de los que piensa que la
Historia es aburrida… Si usted es de los que opina que el lenguaje de Valle
Inclán es rebuscado e indigesto… Si usted es de los que sostiene que la
Monarquía es una institución recta y solemne… Si usted es todo es eso, verá
cómo no necesita más de veinte páginas de esta novela para cambiar radicalmente
de opinión. Aquí se escribe la Historia con humor. Aquí se emula en lenguaje
valleinclanesco más lenguaraz. Aquí se levantan las alfombras y los edredones
más regios. Y fruto de todo ello resulta un libro divertido, sorprendente y,
sobre todo, iluminador: gracias a Soledad Galán y a su profusa labor de
documentación, el lector descubrirá que el siglo XIX español fue mucho más que
revoluciones y guerras y mucho más que oscuras golondrinas y románticas e
inexistentes pupilas azules.
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