Un año de sabiduría
(366 meditaciones ilustradas).
Autor.- Mike
Medaglia:
Editorial.-
Alianza, Madrid, 2015
Nº Páginas.- 384
Por Ricardo Martínez
Considero
que, cuando se regala, en realidad lo que se pretende es regalar un buen deseo,
una ilusión que se transmite al otro con desnuda generosidad, a la vez que, por
qué no decirlo, adquirir ante él/ella un cierto protagonismo que, de una manera
directa o indirecta, nos favorezca.
El libro que nos ocupa encierra en este
caso, como regalo, una serie de frases constructivas, de buena voluntad o buen
augurio (un símil, también, de libro de autoayuda inducida) donde, a través de
lo que ha sido el pensamiento de algunos autores desde la antigüedad a nuestros
días (Buda y Oscar Wilde, Lao Tzu y Virginia Wolf, pasando por Séneca Y
Whitman) se trata de estimular la voluntad, la valoración de la inteligencia,
la buena actitud o, sencillamente, recordar una vez más lo obvio (“sé
prudente”), que es aquello que necesita periódicamente recordarse para no caer
en el error de ignorarlo.
Hechas estas consideraciones, creo que
resulta oportuno revisar el libro (muy profusamente ilustrado, por cierto) y
sus 366 frases de compañía (supongo por el aquel de un año bisiesto) con una
cierta ironía para no delegar del todo nuestra voluntad en algo que se nos dice
y subraya como si nosotros no tuviésemos ingenio o voluntad propia.
Para mí diría que Marzo resulta un mes
favorecido por las recomendaciones, pues aúna dosis de reflexión junto a una
cierta autonomía para el lector. Concretamente el día 13 viene avalado por una
recomendación de Séneca: “Si no nos atrevemos no es porque las cosas sean
difíciles; son difíciles porque no nos atrevemos” Y el día 14 es Stephen
Hawking quien le complementa, de alguna manera: “La inteligencia es la
capacidad de adaptarse al cambio” De ser así, podría deducirse, no resultaría
tan difícil el atreverse.
En fin, frases omnímodas, siempre
venidas a cuento; el resultado de la recolección que la hermana del autor
realizó acaso con sumo celo (un poco blandurrio todo, francamente) y que el
hermano dibujante apoya con una imaginería entre barroca, naïf y cuento
inacabado. Una especie, el libro, de manual de autoayuda de esos que se tiende
a olvidar porque la realidad apremia (cuando, tal vez, debería ser al
contrario) con rasgos de ocurrencia elemental (“Para comenzar, comienza”) con
visos de sensatez (“El futuro está hecho del mismo material que el presente”)
para concluir, metafóricamente, con algo de irónica certeza: “No es a la caída
a lo que llamamos fracaso, sino a no levantarse”.
Bien pues, sea: a levantarse y a
continuar, que venimos a tiempo tasado y no sabemos con certeza cuándo termina
el viaje del vivir
Leer
para sonreír (con su aquel melancólico)
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