Cuando reciben la noticia de que ha muerto el juez Iván Ilich, sus colegas lo primero que piensan es que se ha producido una vacante y en lo que supondrá para ellos en materia de ascensos y traslados. Ya en casa del difunto, con él de cuerpo presente, la viuda está especialmente preocupada por el precio de la parcela del cementerio y por cómo conseguir del Estado un incremento de su pensión. A partir de aquí, la novela vuelve atrás para contarnos la vida de Iván Ilich, que siempre se esforzó en ser «ligera, agradable y decorosa» y dentro de un círculo social «de lo más selecto». Pero un día se da un golpe en el costado cuando señala a un tapicero cómo colocar unas cortinas y cae enfermo. Presa de un dolor insoportable que los médicos vacilan en diagnosticar y tratar, él va comprendiendo poco a poco que la muerte, al contrario de lo que creía, no es algo que únicamente les ocurre a los demás. |
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