CUENTOS TELÚRICOS
de RODRIGO CORTÉS
Cuentos telúricos emprende un viaje casi fantástico a lo largo de historias y personajes sorprendentes y rupturistas que diluyen las fronteras entre lo real y lo mágico. Trás el éxito de Los años extraordinarios y Verbolario, Rodrigo Cortés, vuelve a deleitarnos con una antología de cuentos inéditos, casi fantásticos (o mágicos por poco).
«Reinan aquí el juego y la memoria. Los enigmas de la vida que no se ve, oculta tras lo aparente.
Lo excepcional y lo onírico sobrepasan lo real con un humor que es melancólico, o a la inversa, en unos
relatos fabulosos como un niño serio en su fiesta de cumpleaños». Pilar Adón
«Los libros de Rodrigo Cortés contienen un espectáculo maravilloso y deslumbrante de imaginación y fantasía. Es uno de nuestros
escritores más originales, distintos, un elegido llamado a perdurar». Manuel Vilas
El autor estará disponible para entrevistas el próximo miércoles 8 y jueves 9 de mayo en Madrid.
Publicación: 9 de mayo de 2024.
Si algo define a la obra literaria de Cortés, desde sus primeros antiaforismos hasta éxitos como la novela Los años extraordinarios y el diccionario satírico Verbolario, es una libertad creativa que tiene una dimensión de juego irreverente, y otra de trabajo riguroso, a conciencia, con el material, es decir, con las palabras y su música y sentido. Y es esta libertad el hilo que también hilvana las diferentes piezas que componen Cuentos telúricos, una primera antología de cuentos donde cabe (casi) todo y lo insólito desborda lo probable una y otra vez, pero estilo e ingenio ofrecen una firme red de contención.
Entre lo extraño, la magia y el absurdo, la imaginación atraviesa una colección de cuentos en la que lo real se reviste de fantasía, y ésta a su vez adquiere una verosimilitud que trastoca la representación del mundo. Un lago puede aparecer de golpe en un paisaje; las fantasías de un niño jugando en la playa son una eficaz manera de simplificar la idea del mundo, y al mismo tiempo dejan al descubierto aquello que se resiste a una explicación; la lógica matemática da pie al sinsentido; y en una función teatral, la línea que separa al actor del personaje es una ilusión que se resquebraja. Y es precisamente allí, en los desajustes o resquicios entre realidad y representación, y entre lo posible y lo imposible o inexplicable, donde emergen las historias que Rodrigo Cortés trama rehuyendo de las moralejas y los giros didácticos. Porque en ellas el sentido no viene dado del mismo modo que, como le explica un abuelo a su nieta en el cuento ‘La fábula del arroz y el jugador de ajedrez’, «Nada nunca, querida niña, tiene sentido. Nada. Salvo que quieras dárselo tú», y en esta frase condensa un concepto que recorre sutilmente una antología en la que cuando la ficción se desprende de la función ejemplar capta, a cambio, aquellos estratos de experiencia soterrados entre palabras. Así, en el monólogo digresivo del abuelo se desliza una triste historia de pérdida y el flujo asimétrico del amor, en ‘Agosto y el autómata’ resuena, inevitable, el fin de la inocencia, y los retratos que integran la serie ‘Soutinesques’, donde brilla el talento de Cortés para la forma brevísima, contienen vidas enteras en unos pocos trazos. Y entre diálogos disparatados, criaturas levemente extravagantes y situaciones de una densidad onírica, los Cuentos telúricos hablan de la escritura, de la forma y el fondo, de la imaginación que viene, va o se queda en blanco, de los fantasmas que no existen y aquellos que son pura memoria, y de las palabras que ocultan miedos, falsean verdades, si acaso éstas existen, y construyen realidades que, al fin y al cabo, también son relatos.
Hay días normales y días extraños, piensa uno de los personajes del cuento ‘Gente serpiente’, y hay otros, se podría añadir, que son la combinación exacta de los dos. En ese territorio de rara y encantadora ambigüedad transcurren unos cuentos que viran, con elegancia y un dejo de desencanto, hacia el disparate y el absurdo, y entre guiños a Lewis Carroll y Franz Kafka, entroncan con la obra de Álvaro Cunqueiro, Enrique Jardiel Poncela, Valle-Inclán y Rafael Azcona, referentes ineludibles de Rodrigo Cortés. Despojada de solemnidad y mensajes bien atados, su prosa reivindica entonces algo que se pasa por alto a menudo: la literatura entendida como un ejercicio de imaginación y libertad que tiene su parte de juego, a la par que ilumina el mundo desde la distancia, ese necesario extrañamiento, que imponen la magia y el humor.
De la fantasía y el humor surgen estas historias donde los autómatas tienen voluntad propia, las fábulas concluyen sin moraleja, aquí y allá deambulan los espectros, los animales utilizan el lenguaje con ingenio, y magia y realidad se vuelven indistinguibles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario