« Teresa es mi vecina, mi amiga y mi espejo. Una mujer de acero y paz. Esta es su historia, al menos tal y como ella me la ha contado. Tengo grabadas más de cien horas narrándome sus vivencias materializadas en esta novela que tienes en las manos. Teresa quedará para siempre en el disco duro de la dignidad universal y en mi corazón. Hoy Teresa tiene noventa y siete años. Vive sola, con sus fotos, sus carpetas de recuerdos y sus fantasmas. Camina cansada, pero no se abandona. Le tiemblan las manos por el párkinson y dice que se siente mayor porque necesita gafas para leer y dibujar mandalas y puntos de libro. Cada mañana acude a la piscina y nada una hora. Dice que el agua le da la vida. Le encantan los abrazos y siempre tiene algún regalo para quien la visita. En mis encuentros con ella durante estos tres años, nunca he salido de su casa con las manos vacías. Ha quedado impregnado en mi paladar el sabor de los caramelos de café que siempre lleva encima para repartir con todos. Le preocupa, mucho, el futuro de los jóvenes y cuando le preguntas qué es lo que más le asusta, no tiene dudas: el fascismo. Estos últimos meses recibió otro duro golpe, su tercera guerra, que agrietó de nuevo su corazón. Sus dos patrias de adopción, Ucrania y Rusia, sus dos países amados que la acogieron y formaron como persona, enfrentados en una invasión. Lo único que acierta a decir es: «Por qué pasan estas cosas». Mi única intención es dar a conocer a una mujer, una víctima, una de esas páginas de la historia arrancadas de cuajo por las fauces del fascismo. Mostrar lo que ese fascismo supuso para cientos de miles de familias españolas. La brecha histórica y evolutiva que aún permanece y amenaza de nuevo nuestra sociedad. Teresa no aparece en los libros de texto, ninguno de los exiliados de este país, salvo unos pocos intelectuales que regresaron. Y mucho menos las mujeres exiliadas, como Carmen Castellote, María Teresa León, Luisa Carnés y muchas otras, que se vieron obligadas a abandonar España en barcos como el Sontay, el Winnipeg o el Sinaia. Desde aquí mi homenaje a todas ellas» . Celia Santos. La vida de Teresa estuvo atravesada, desde demasiado pronto, por la guerra. Desde el bombardeo de Guernica hasta el sitio de Leningrado. Rusia se convirtió en un refugio primero y después, en un campo de batalla repleto de bombardeos, oscuridad política y totalitarismo. Como otros muchos jóvenes de padres españoles republicanos, Teresa se convirtió en una “niña de Rusia”. En esta novela se cuenta su llegada al inmenso país, la esperanza por una vida mejor, su inolvidable historia de amor interrumpida por la Segunda Guerra Mundial y su determinación inagotable por sobrevivir a pesar de las bombas y del odio; una determinación gracias a la cual, hoy, podemos leer esta novela. Y aprender de ella. En La niña de Rusia, Celia Santos relata una historia real que nunca debió ocurrir; un retrato de un mundo que parece viejo pero que nos acecha de nuevo. |
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