«Se lee como una novela de John Le Carré» (Nieuwsuur).
«Olvida la película The Monuments Men en la que George Clooney salva el arte de manos de los nazis. El modo en que se recuperaron dos gigantescos caballos de bronce de la colección personal de Hitler —con la intervención de generales rusos y descendientes de nazis— es mejor que una película» (Het Nieuwsblad).
El descubrimiento de los caballos de Hitler fue noticia en todo el mundo. Además de los caballos de Thorack, se encontraron también las dos estatuas de Arno Breker y las dos de Fritz Klimsch, junto con Der Wächter, el relieve de Breker de diez metros de altura y cuarenta toneladas de peso. Y, por supuesto, en el jardín de Flick estaba Die Wehrmacht, aunque ya solo algunas partes de esta eran originales. El Wall Street Journal habló del hecho como uno de los descubrimientos artísticos más asombrosos de los últimos años. David Petraeus, el exdirector de la CIA, nos felicitó en la prensa y describió nuestra hazaña como «una operación de manual». Casi de inmediato se desató un debate sobre qué hacer con los caballos: exhibirlos, almacenarlos o, incluso, destruirlos. Finalmente, el Gobierno alemán decidió que había llegado el momento de mostrar esa cara de la historia de Alemania en su forma tangible.
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