La cuarta serie de los Episodios nacionales nace en los primeros años de siglo XX. Diez novelas con un abigarrado entramado histórico que reflexionan sobre la esencia de España y nos hacen viajar desde los intentos revolucionarios de 1848 hasta los avatares y descalabros del reinado de Isabel II, que derivarán en el triunfo de la revolución del 68 y terminan con la monarca en el exilio. Unos años que Galdós critica tanto por la corrupción como por la especulación de los distintos gobiernos. A lo largo de las distintas novelas iremos descubriendo los poderes oscurantistas que dominan a la reina, la ausencia de sentido político de los militares o esa “decadencia del alma nacional” a la que Valle-Inclán se refería en una reseña a Las tormentas del 48.
Para dibujar estos tiempos, don Benito tuvo que documentarse con material historiográfico, conversaciones con la propia Isabel II o prensa de la época. Un sustrato en el que se aprecia la voluntad didáctica del novelista que desea instruir entreverando los hechos notables, los grandes personajes con la historia menuda que nos adentra en otra dimensión del relato, la de lo privado y ficticio para dar verosimilitud y amenidad al conjunto.
Así, se construye una complicada trama hilvanada por la figura de José García Fajardo que relatará sus amoríos con Antoñita “la Cordonera” y la rica heredera de una familia burguesa. Una vida de lujos y deudas en la que este señorito provinciano de talante moderado y otras criaturas de ficción se relacionarán con Narváez, O´Donnell o Isabel II. En definitiva, un rico abanico de personajes que incluye todos los estratos sociales.
En Las tormentas del 48, Narváez y La Revolución de julio será Fajardo el que lleve la batuta de la narración desde la primera persona de sus memorias, mientras que en Los duendes de la camarilla y O´Donnell pasaremos a la omnisciencia de la tercera persona. Alternancia que apreciamos también en las restantes novelas de la serie y nos ayuda a conocer la historia desde puntos de vista tan diversos como el de Juan Santiuste en su crónica de la guerra de Marruecos y el Pacífico o el del joven Santiago Ibero en Prim y La de los tristes destinos.
Madrid se ubica como escenario principal de los primeros episodios tanto en sus calles y conventos como en los grandes edificios oficiales, pero este espacio local se abrirá hacia la vida parisina de los refugiados españoles en La de los tristes destinos, la prolija recreación del mundo tetuaní en Aita Tettauen y la descripción del Pacífico en La vuelta al mundo en la Numancia, donde el viaje se convierte en un poderoso elemento estructurador del espacio.
Por último, no queremos cerrar esta nota sin subrayar el cervantismo de Galdós. Deuda que, más allá de su riqueza imaginativa, se siente en la elaboración de algunos personajes (véase la identificación entre el aspecto de Juan Santiuste con Alonso Quijano) o en el uso de estrategias narrativas tan señaladas como la mención de personajes de la novela que son a su vez lectores de la misma, amén de otros detalles como el manuscrito perdido sobre la estancia de Fajardo en Italia que nos evocan el célebre redactado por Cide Hamete Benegueli.
El próximo año culminaremos la edición de los Episodios nacionales con la quinta y última serie en un único volumen.
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