Cuando Quentin Tarantino presentó en 1992 su película Reservoir Dogs en el festival de Sundance fue saludada por la crítica como “la mejor película independiente de todos los tiempos”. Con sus posteriores trabajos ha sabido poner al alcance de los espectadores –digiriéndolas, transformándolas– una cantidad de películas que habían quedado relegadas en los sótanos de las productoras o en las cunetas de la memoria. Tarantino ha sido capaz de absorber influencias y subgéneros muy diversos (spaghetti western, giallo, macaroni combat, poliziesco, fantaterror español, películas de artes marciales, rape and revenge, etc.) para crear después un producto nuevo muy atractivo para el espectador.
Las películas de este cineasta son una auténtica fuente de guiños, referencias ocultas y apropiaciones que Jordi Picatoste ha sabido desentrañar para ofrecernos este sentido homenaje al cine de barrio y programa doble con el que crecieron varias generaciones.
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