Poesía reunida. Aforismos
Ramón Andrés
ed. de Andreu Jaume
Lumen, Barcelona,
2016.
Por
Ricardo Martínez
Canta
el poeta: “Vibran en la tierra y bajo ella, /en los años, /en los muros. /Nos
oyen. Lo agudo y lo grave/ de una conciencia,
su doblar /Un día regresará a sus ondas/ la aleación de algo silenciado”
Escribe
el aforista: “El ‘Yo’ no es una instancia psíquica, ni una unidad de
percepción, ni una jerarquía de substancias. Es el apego” O bien, “Los himnos
acaban siendo un dolor en voz baja”
¿Y
acaso no son el mismo el poeta y el aforista? ¿Por qué decir eso?, porque una
es la voz y uno el pensamiento. Tal como sería lógico el pensar que así sea,
por cuanto sólo uno da cuenta de los varios matices del autor. De los matices
nada más: uno es el nombre, una la voz discursiva. Es así como el autor Ramón Andrés ha hilado un discurso –a través
de la sensible editorial Lumen; sensible por su acercamiento ya añejo a la
poesía, al discurso poético y reflexivo- que nos acerca un escritor receptivo
ante cualquier movimiento de la naturaleza, todas las naturalezas: ya sea la
música, ya sea el poema, ya sea la expresión y riqueza de la palabra que define
y canta el amor y la muerte, la sorpresa y la niebla a través de su saber
enciclopédico.
Su trayectoria viene siendo una obra
larga, un discurso fecundo que, asentado con esmero en el mejor discurso
literario español, acuña por sí un bagaje tan sustancioso como evocador de
cuanto es objeto de su curiosidad: la música y sus instrumentos, el mito y su
vinculo con la naturaleza, las tenaces constancias del hombre en su pensar
acerca de la libertad, del empeño del amor. Se trata, en conjunto, de un
paradigma ontológico que alcanza como pocos autores una relevancia
verdaderamente cualificada.
Tiene siempre, pues, su obra, un principio
redentor acerca de la soledad; propicia una saludable compañía: “El tiempo que
crees haber perdido es, sin embargo, el de tu historia más esencial” O Bien,
“La utopía, la de cada uno, fuerza el olvido de las causas comunes” Y si es el
verso quien ha de suscitar emoción, podemos leer: “Las aves alargaron su sombra
dos jornadas, /se hicieron tallo, fueron la cadena, /en la polea de la lluvia/
que nos engrana a nuestra predicción”
Así,
como una forma de vivir
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