|
El talento que cambió el rumbo de una gran ciudad
|
Noble
y truhán, generoso y trapacero, caprichoso y ecuánime, José de
Salamanca (1811–1883) es uno de los grandes personajes del siglo XIX
español. Capaz de arruinarse y hacerse inmensamente rico en varias
ocasiones, intuyó como nadie el mundo que surgía tras la revolución
industrial: pionero del ferrocarril, inversor internacional y
especulador en bolsa, también fue un político de larga —y variable—
trayectoria y un mecenas de las artes, que supo ver esa gran urbe que
Madrid todavía no era pero sería, porque ya estaba empezando a cobrar
forma en su imaginación imparable, llegando a dibujar un barrio entero,
que aún lleva su nombre, a su exacto capricho y medida. El hombre que
inventó Madrid, de Javier Puebla, podría ser una novela histórica, una
novela negra o incluso una novela picaresca, pero sobre todo es el
apasionante relato de un hombre y su época que nos sigue sorprendiendo
por su inquietante contemporaneidad.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
¿Y si el entierro del Conde Orgaz fuera el de Don
Quijote?
|
¿Y
si El entierro del conde Orgaz fuera el de Don Quijote? ¿Quién sería
entonces el enigmático personaje cifrado en el retrato de El caballero
de la mano en el pecho? En un Toledo incendiado por los autos de fe, y
mientras compone su último lienzo, La apertura del Quinto Sello del
Apocalipsis, El Greco abre los laberintos de su memoria para contarnos
de primera mano la aventura de su vida y algo más: su relación con una
peligrosa fraternidad herética a la que pudo pertenecer Miguel de
Cervantes. Se conocieron en Roma, emprendieron un mismo viaje al
Parnaso, pintaron caballeros andantes que tenían mucho de
librepensadores, amaron a Dulcineas imposibles y supieron conjugar como
nadie esa doble verdad, el orgullo y el desencanto, lo real y lo
visionario, que parece engendrar, a la vista el uno del otro, el alma
de un mismo Caballero de la Triste Figura, Caballero de los Espejos a
su hermética manera. Un tan insólito como Ingenioso Hidalgo surge entre
las luces lívidas de sus lienzos. Este soy yo, parece decirnos
Cervantes a través del que pinta y nos mira. Una dama de fuego vela el
enigma que no se resolverá hasta la última pincelada.
|
|
|
|
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario