REALISMO MÁGICO BALCÁNICO
Yordán Radíchkov, nunca antes traducido al español y comparado en numerosas ocasiones con Gógol, Kafka y Gabriel García Márquez, es el perfecto embajador de la gran cultura europea, capaz de apelar a los corazones italianos, franceses, suecos o españoles por igual, y siempre ser correspondido.
«Radíchkov es actualmente el escritor más célebre de Bulgaria. Excava la sabiduría en el fondo del candor cotidiano, la inteligencia oculta bajo las apariencias de la simpleza, la locura poética disfrazada de sencillísimo sentido común y áspera tozudez, don Quijote disfrazado de Sancho Panza.» CLAUDIO MAGRIS.
La publicación en 1969 de Abecedario de pólvora supuso una auténtica convulsión en el panorama literario y la crítica búlgaros. Por primera vez se abordaban cuestiones como la revolución socialista o la resistencia antifascista huyendo de la simplificación y del ensalzamiento ideológico impuestos por el realismo socialista. Las historias que lo componen, a la vez sencillas y profundamente bellas, están impregnadas de una sabiduría popular que entronca con la tradición y folklore búlgaros. Una puerta a un pequeño mundo rural y rico en elementos fantásticos, poblado por héroes anónimos que, bien conduciendo su carro lleno de jarros y vasijas, amasando el pan cada mañana o tallando la piedra de las canteras, reivindican su papel en la epopeya de lo cotidiano. La mezcla de lo fantástico y lo real, tan propia de la obra de Radíchkov, ha sido motivo para que se le compare con el escritor colombiano. Sin embargo, se trata de un estilo literario genuinamente personal que hunde sus raíces en la tradición de la narrativa oral del Este, que es una forma de transmisión cultural al tiempo que un arte, con sus propios principios estéticos. « Qué puedo deciros: al ponerse la capa, uno se siente más importante, hasta los andares se vuelven más graves. De vuelta al pueblo, durante todo el camino, noté que pisaba más lento y más firme; al pasar junto al batán saludé: «¡Hola, Davidko!», pero no me detuve a charlar, pues no es apropiado llevar una capa y charlar. Cuando te cubres con la capa se ha de andar despacio y hablar menos. Si te encuentras con alguien que te salude con un: «¡Buen día!», tú contéstale sólo: «¡Que Dios te bendiga!». No le digas nada más, solo mira al frente. Entonces aquel pensará: «Este de la capa debe de ser un viajero, ¡a saber adónde irá y qué asuntos atenderá! No se detiene para hablar, ni se desvía del camino, sino que va hacia delante como una locomotora».
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