Demipage
publica
La pasión de Enrique Lynch
Necrofuker
Las novelas La pasión de Enrique
Lynch y Necrofucker presentan una naturaleza
humana estrechamente vinculada al mal. Ambientadas en diferentes épocas
y espacios, del siglo XIX a la década de 1980, de lo rural a lo urbano,
plantean una visión social y humana común y exponen sociedades en
crisis donde impera la maldad y las relaciones se articulan a través de
la violencia. Del mismo modo que hicieron Arguedas, Rulfo o las
Crónicas de Indias, se muestran las luces y sombras del «progreso» para
evidenciar que la civilización tan solo puede erigirse a través de la
barbarie.
La pasión de Enrique
Lynch
Nacido a orillas del río Hudson, en 1811, Henry Lynch
probó fortuna en los negocios. Especuló, estafó, se enriqueció corrompiendo
autoridades y arruinó negocios privados y del propio gobierno. Tras
culminar la red ferroviaria de Valparaíso a Chile, que le catapultó a
la categoría de héroe nacional, se instala en San Pedro, una pequeña
aldea peruana situada a 4.000 metros de altitud, con el firme propósito
de construir una línea de ferrocarril que penetre en la cordillera
andina y llegue hasta el océano Pacífico.
«Antes de hacerme puta me dedicaba
a la iglesia. El padre Baltasar me quería enviar a Lima a una escuela
para indias. Por eso, a mí y a otras cinco nos daba clases de
catecismo y nos enseñaba a leer y escribir.
Después de ocuparme de la casa del abuelo (el pastoreo de carneros o la
preparación de la comida para los mineros de El Viejo), me encargaba de
la iglesia. Baldeaba el recinto, lavaba y almidonaba la ropa del
sacerdote. Limpiaba los santos del altar mayor. Le cocinaba al padre
Baltasar.
Justo la tarde en que llegaron los coolíes, yo limpiaba los gallineros
de la parroquia cuando aparecieron arreados por capataces y perros. Por
primera vez veía chinos y hombres tan blancos. Pasaron por la avenida
principal, cruzaron el puente colgante y ocuparon una terraza al otro
lado del río Hablador.»
Necrofucker
Crónica desgarrada de tres adolescentes que comparten
miserias vitales y pasión por la música «metal» en la Lima de
finales de la década de 1980, un momento histórico marcado por el
conflicto interno entre el Gobierno del dictador Fujimori, y el grupo
terrorista Sendero Luminoso.
«En el puente Aramburú de la Vía Expresa, las
autoridades nos interceptaron. El Anti, Sata y yo y como veinte más
terminamos detenidos. Nos llevaron a la comisaría de Petit Thouars, en
donde para entrar tuvimos que cruzar por un callejón oscuro de palazos
y patadas. Nos mojaron con agua sucia y nos encerraron.
—A ver, rosquetes —nos dijo el comisario. Así que se creen muy
machitos rompiendo cosas. Mechándose con estudiantes. Empujando
señoras. Metiendo mano a las hembras. Son bien hombres, ¿verdad? Ahora
pues ya se jodieron: los trasquilaremos y, a los que estén en edad de
servir, los mandaremos al cuartel. Ya veremos si son bien machos peleando
contra los terrucos.
—A ver, tú, el que está con la cara pintada —le dijo el comisario
al Anti—. Ven para acá.
El Anti se le acercó.
—Párese como hombre, mierda —le dijo el oficial.
El Anti se sacó las manos de los bolsillos, se cuadró. Sacó pecho.
—¿Usted por qué se ha pintado la cara? ¿Es usted rosquete? ¿Orina
sentado?
—No, jefe.
—No me diga jefe, carajo. Dígame señor.
—No, señor.
—¿Y por qué se ha pintado?
— Es que soy metalero, señor.
—¿Metalero? ¿Qué es eso? ¿Ahora así se les dice a los homosexuales?
—No, señor. No es lo que piensa.»
Richard Parra
Hijo de
migrantes andinos, Richard Parra nace en Comas en 1976. Abandonó sus
estudios de Ingeniería para doctorarse en Literatura con un
trabajo sobre José María Arguedas. En Nueva York, fue alumno de
Diamela Eltit y obtuvo su PhD con un ensayo sobre la filosofía
política del Inca Garcilaso. En 2010, publicó el libro de relatos Contemplación
del abismo, muy bien recibido por la crítica. Su relato La
muerte del liquichiri está incluido en la antología de la
mejor cuentística peruana 2000-2010 de Ricardo González
Vigil. Actualmente reside en Nueva York, donde ejerce la docencia
y la crítica literaria.
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario