Está lo que sabemos y lo que no sabemos.
Lo segundo es mucho más interesante, seductor, sorprendente,
doloroso y dramático.
Buena parte de la ficción se ha construido en torno al
proceso de averiguación de lo que permanece en las sombras (ya sea dentro
de la familia, de la pareja, de una comunidad…) y el impacto que su
revelación tiene sobre el individuo y el grupo. Cuando esos secretos han
sido especialmente relevantes, peligrosos y amenazadores, al no
involucrar sólo a una persona o a varias, sino a todo un país o, ¡mejor!, a
una cadena de países aliados, ¡tachán!, ha surgido la novela de
espionaje.
El bloque A necesita obtener información reservada del
bloque B por lo que suele colocar a X para que, perteneciendo a A, los de B
lo crean suyo, llegando incluso a enviárselo de vuelta a A para, aún
perteneciendo falsamente a B, los de A lo crean suyo, lo que de facto es
así, aunque puede que entre tanto trasvase X haya decidido pasarse
efectivamente a B, o ¡mejor!, servir a C. En cualquier caso, un endiablado,
turbio y filigranesco billar a varias bandas donde está en juego el
orgullo patrio, la estabilidad de una región o, ¡mejor!, la paz mundial. Los
motivos por los que la novela de espías nos fascina son múltiples.
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