En el verano de 1990 el Ayuntamiento de Madrid anunció la expropiación de Cerro Belmonte, un barrio de infraviviendas levantado en los sesenta por inmigrantes de la España rural. Tras el intento de los vecinos de llegar a un acuerdo, el desdén de las autoridades municipales les llevó a pedir asilo político a Cuba —inmersa en una batalla diplomática por la crisis de las embajadas— y convocar un referéndum para declarar estado independiente el Reino de Belmonte. Dentro de un mundo sin móviles ni redes sociales, se vieron obligados a competir por su visibilidad con la invasión de Kuwait, que desembocó en la primera Guerra del Golfo, y los crímenes de Puerto Hurraco. Fidel Castro se convirtió en su principal aliado mediático, abriéndoles las puertas de la isla y dedicándoles parte de uno de sus largos discursos. Una gesta vecinal en un país seducido por las Chicas Chin Chin de Tele 5, que se preparaba para la Expo de Sevilla, las Olimpiadas de Barcelona y confiaba sus ahorros al Fórum Filatélico. Una historia de utopía urbana que Alfonso Mateo-Sagasta narra magistralmente.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario