Entre 1905 y 1914 quince editores rechazaron el manuscrito de Dublineses en dieciocho ocasiones. Tantas dificultades llevaron a su autor a comenzar a escribir un nuevo capítulo de este libro, que acabaría convirtiéndose en Ulises. La intención inicial de James Joyce era ofrecer una imagen despiadada y burlona, no exenta de momentos de epifanía, de una Irlanda dominada por el nacionalismo —al que él odiaba— y la Iglesia católica. Según Kevin Birmingham, «Joyce consideraba Dublín un gigantesco pozo de sífilis», y pretendía capturar la parálisis sifilítica camuflada en el centro de la vida moral de la ciudad, escribiendo sobre ladronzuelos y politicastros, lavanderas, pensiones de mala muerte y padres maltratadores. Ochenta años después de la muerte de Joyce, Susana Carral ofrece una nueva traducción de esta obra clásica, que se edita con ilustraciones realizadas a bolígrafo por Javier García Iglesias, capaces de atrapar la oscura realidad que encierra el libro.
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