Norte extremo de Francia. Otoño de 2015. Un profesor de literatura española llega a la ciudad portuaria de Boulogne sur Mer en un momento de desgarro personal. Allí da clases mientras todo a su alrededor se desmorona y su padre agoniza a dos mil kilómetros de distancia. Desde ese lugar hostil, logra abandonarse a su propio pasado, a su destino irrevocable. Muy cerca de allí, en Calais, se encuentra uno de los campamentos de migrantes más grandes de Europa, «La jungla», un espacio de miseria donde duerme Nizar, un chico sirio que se convierte en el centro de su existencia.
«“No hay ninguna razón para estar triste. Deberías darte cuenta”, me dijo Nizar desde fuera de la tienda de campaña con una taza caliente entre las manos y un cielo rojizo que se abría a su espalda. ¿Acaso dormiría él entre las sombras de dos frambuesos en lugar de bajo aquel cielo inmisericorde de Calais? ¿En qué parte de su sangre escondía los cien fuegos cruzados? La noche anterior dos niños saltaban sobre las ascuas de una fogata, una pequeña los miraba con una pelota roja a sus pies y un viejo golpeaba con su bastón una lata oxidada de tomate frito; otro hombre cantaba algo que sonaba a una plegaria sobre las conquistas que traerá la mañana, y nosotros pelábamos castañas crudas y nos mirábamos a cada rato para comprobar que todo marchaba como tenía que marchar.»
La parcela es una novela en torno a la necesidad y las limitaciones humanas, un viaje emocional que es a la vez crónica del mundo y memoria familiar; un relato sobre la intimidad, los estatus sociales, la sexualidad desobediente y la enfermedad. Alejandro Simón Partal ofrece un libro en permanente cuestionamiento, de nosotros y del mundo que nos ha tocado vivir, pero salvado en cada página por una voz y una bondad genuinas. |
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