Mencía de Calderón (Extremadura), dibujaría en el cielo de la conquista una buena serie de constelaciones, por todas y cada una de las peripecias y peligros que correría como Adelantada, al frente de la expedición a Santa Catalina y el Río de la Plata. Iban con ella decenas de mujeres, dispuestas a cruzar los mares para asentarse en el paraíso.
Ana María la Lobera (Asturias) y los encantadores de lobos (Cataluña, Aragón, Madrid, Cuencia), a caballo entre la historia y la leyenda, transitó por los papeles del Santo Oficio como una lobera o encantadora de lobos, que traía la desgracia a los ganados cuyos pastores se negaban a satisfacer sus caprichos. ¿Llegó a comandar lobos o fue víctima de la superstición?
Catalina de Erauso (País Vasco), escapó de un convento para vivir al más puro estilo picaresco. Sirvió a la Corona Española, sin que nadie sospechara que era una mujer. Cuando por fin se descubrió ante el mundo, el mismísimo Papa Urbano VIII le concedió licencia para seguir vistiendo con ropas de hombre.
Inés Suárez (Extremadura), conquistadora y militar española, fue una mujer valiente, tierna, enamorada, devota y cruel, una fuente de contradicciones humanas. Los azares del destino la convirtieron en una de las figuras clave de la historia de Chile durante el asedio mapuche.
El burdel de Valencia (Valencia). El Mediterráneo tenía en Valencia un faro de placer. Las prostitutas del burdel valenciano eran las más caras de Europa: cobraban el doble que el resto de meretrices del reino. Con quince hostales y hasta ciento cincuenta mujeres, estuvo funcionando entre los años 1325 y 1671.
La Malinche (México), La historia de la conquista de México se estremece con sentimientos encontrados cuando escucha este nombre. La esclava, la amante, la intérprete, la que supo moverse para abrirle las puertas a su amo, el conquistador Hernán Cortés. Sin ella no habría sido posible lo que fue, para bien o para mal.
La Mostrua de Avilés (Asturias), no era una niña como las demás. Era una de esas criaturas extrañas que tanto gustaban en la corte de Carlos II. Eugenia Martínez Vallejo fue una muchacha condenada a ser exhibida como fenómeno en una época en la que las deformidades físicas eran objeto de circo.
Las brujas de Zugarramurdi (País Vasco, Navarra). En el año 1610 una mujer de Zugarramurdi contó que había visto a unos vecinos del pueblo adorando al diablo en una cueva. Corrían los tiempos de las cazas de brujas, y la anécdota acabó en el tribunal de la Inquisición de Logroño. La localidad del Pirineo navarro se convirtió en el escenario de condenas masivas a la hoguera.
La beata Dolores (Sevilla), condenada en Sevilla por la lnquisición el 24 de agosto de 1781, tuvo el dudoso «privilegio» de convertirse en la última bruja quemada por la Inquisición. |
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