El autor de la saga Malaussène se enfrenta a la muerte de su hermano a través de la reescritura de Bartleby, el escribiente. A partir de la teatralización del personaje de Herman Melville, por el que ambos compartían un cariño especial, Daniel Pennac encara el duelo y el más doloroso de sus procesos: entender la identidad de la persona perdida como una figura de volúmenes ocultos, mucho más compleja que la única cara que conocíamos, que confirma la opacidad con que se presentan nuestros seres queridos ante nosotros. En esta obra híbrida, mezcla de ficción, metaliteratura y no ficción narrativa, la literatura es un mecanismo más del duelo, un proceso con el que digerir la pérdida y una reacción a la muerte. Entre los fragmentos de la adaptación teatral que el propio Pennac realiza y sus anotaciones dedicadas a Bartleby, se perfila la figura del hermano, Bernard. El escribiente procrastinador de Melville acaba convirtiéndose en un interlocutor sobre el que erigir el ejercicio memorístico que recupera el recuerdo del hermano mayor y las incertidumbres que suceden a su muerte.
«No sé nada de mi hermano muerto salvo que le quería. Le echo de menos como persona, pero no sé a quién he perdido. He perdido el placer de su compañía, la gratuidad de su cariño, la serenidad de sus juicios, la complicidad de su humor, la paz. He perdido lo que quedaba de dulzura en el mundo. Pero, ¿a quién he perdido?» Daniel Pennac El autor da un giro dentro de su producción con un texto que marida ficción y no ficción en su obra más personal. Así, Pennac amplía las costuras de la literatura de duelo y se sirve de su amor por las letras para crear unas memorias preciosas.
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