FRAY LUIS DE LEÓN, Poesía completa (Obras propias. Traducciones e imitaciones de autores profanos. Traducciones de autores sagrados). Ed. de José Palomares, 422 pp., PVP: 45 €
Fray Luis de León es una de las voces más señaladas del humanismo español, pues en sus excelsos versos se armoniza la cultura clásica, la sabiduría bíblica y la elocuencia cristiana. Su nombre permanece indisolublemente ligado a la Salamanca renacentista, en cuya Universidad se doctoró en Teología, ejerció como catedrático y sufrió las luchas internas que lo llevaron a la cárcel por su traducción del Cantar de los cantares al romance y su cuestionamiento sobre la autoridad de la Vulgata.
Las apasionadas rencillas que el agustino hubo de librar, nos ayudan a desmitificar la idea del poeta contemplativo alejado de las pasiones mundanas. Un temperamento batallador e intelectual como bien se aprecia en buena parte de esta Poesía completa, editada bajo la erudita mirada de José Palomares.
En 1581, fray Luis compiló su corpus poético y, manuscrito, lo dirigió a su amigo don Pedro Portocarrero con la intención de fijar las composiciones y difundirlas. En este cancionero reconocemos una voz propia que sigue la sutileza de la poesía latina para dignificar la lengua romance.
El catedrático clasifica sus poemas en un orden tripartito y ascendente. Las obras propias son seguidas por sus traducciones de autores clásicos y, como broche, ubica la traslación de textos sagrados. Un concepto teológico de la poesía como verbo tocado por el aliento divino, “sentencias preñadas de grandes misterios”, que señalaría al escribir el Libro de Job en tercetos.
En lo que a la materia poética se refiere, la Oda I que celebra la vida retirada del “mundanal ruido” sirve como espejo de los principales temas luisianos. La soledad rústica, la armonía en tensión con el desorden o la concepción del hombre como un pequeño mundo que busca la paz interior. Un orden parejo con el sosiego y la armonía que el poeta sentía al escuchar sonar el órgano de Salinas (Oda III). Fray Luis transitará otros asuntos como la dialéctica entre el cielo y el bajo y torpe suelo de la “Noche serena” o la “Profecía del Tajo”, en la que trata sobre la pérdida de España por la concupiscencia del rey Rodrigo y la Cava, con ecos del rapto de Helena que llevó a la destrucción de Troya.
De principio a fin, desde la célebre lira “¡Qué descansada vida…” hasta las quintillas “Aquí la envidia y mentira…”, el poemario luisiano debe leerse en diálogo con la tradición literaria y solo desde ella se puede comprender en su plenitud.
Así lo apreciaron los lectores del s. XVI, que no valoraban menos sus versiones clásicas y bíblicas que su poesía original, pues al trasladar a los clásicos (Virgilio, Horacio, Ovidio...), fray Luis recreaba y dotaba a los textos de una belleza propias. Las imitaciones de autores profanos le prepararon, pues, para emular la sencillez y majestad de las canciones sagradas. Y al abordar los salmos y otros poemas bíblicos que hasta entonces no se habían cultivado en la lírica castellana, encontraremos también, una impronta clásica que nos deja testimonio de esta interrelación entre las distintas tradiciones.
En cuanto al Libro de Job en tercetos, uno de los libros más complejos de la Biblia, se aborda como una traducción libre, llena de amplificaciones estéticas y dramáticas, en la que algunos críticos han visto el trasunto dramático de la agitada vida luisiana.
A pesar de los más de cuatrocientos años trascurridos desde su escritura, los versos de fray Luis siguen hablando al lector contemporáneo y hacen de este clásico admirado ayer y hoy, “el honor de la lengua castellana”, como lo calificaría en su momento el gran Lope de Vega.
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