Frente a la teoría de que el levantamiento de los comuneros supuso un ataque a la modernidad que Carlos V traía de Flandes, Manuel Azaña interpreta aquel movimiento como la primera revolución popular contra el absolutismo. Una apuesta lanzada hacia el futuro, tan moderna que seguía viva cuatro siglos después, en vísperas de la Segunda República. Sumergiéndose en las fuentes de la época, el que fuera presidente de la República demuestra la vigencia del pensamiento comunero tras examinar celosamente los documentos recopilados sobre la guerra y la revolución de aquellas Comunidades de Castilla entre 1520 y 1522. En el octogésimo aniversario de la muerte de Azaña, a lo largo de esta obra el gran intelectual republicano confirma que la sublevación castellana, de la que se cumplen ahora quinientos años, reclamaba igualdad, contribución fiscal para cualquiera —sin aceptar privilegios de la nobleza—, unas Cortes independientes de la voluntad real... En otras palabras, todo lo que constituye una revolución moderna.
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