Se reencuentra una vez más María Jesús Mingot consigo misma y con esa tradición literaria que dice que somos tiempo para interrogarse acerca de la finitud. Ese reconocimiento es uno de los atractivos de La marea de ltiempo, versos con el reflexivo sentir habitual en la autora, que hace de la escritura una posibilidad de trascendencia para las personas y las cosas destinadas a perderse o ya perdidas. Y ello a sabiendas de que es precisamente su precariedad, y la de los afectos que suscitan, lo que las hace valiosas, por insustituibles. Esa voluntad de búsqueda impregna el conjunto sin perjuicio de la variedad y riqueza de los motivos o experiencias que inspiran los poemas y que convierten la lectura en una experiencia pródiga en sorpresas.
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