Bueno, bueno… parece que el Corona nos está dando un poco de tregua, aunque… ¡no relajarse, colegas! Eso sí, qué gustillo deshacerse del rancio pijama. Y aunque todavía estemos con los ojos a medio abrir, cegados un poco por aquella extraña luz a la que llamábamos “sol”, salimos de la madriguera con la mascarilla puesta y las manos impolutas.
Sí, sabemos que perdemos el culo por la cerveza y el tapeo; pero las librerías han levantado persiana, y eso sí es un notición que nos pone muy felices y por el que seguimos brindando desde principios de mes. Han sido unos meses de bajona y mucha introspección. El tiempo de clausura es lo que tiene. Nos volvemos más nietzscheanos que nunca. Nos invade el tedio, la fatalidad y nos bombardean las grandes preguntas universales desde los tiempos presocráticos: “¿quién soy?”, “¿qué hago aquí?”, “¿me como un yogur de macedonia o de coco?”, “¿me dejo bigote?”. Cada cerebro con sus movidas, pero el “¡debería leer más!” en casa de todos.
Quien perdió la paciencia a la tercera semana de encierro fue Max, que harto de los arcoíris y del “todo irá fenómeno”, garabateó un panfleto furioso,
Manifiestamente anormal, sobre la maldita realidad que se nos ha caído encima a pedazos. Pero, ojo, que Mary y Bryan Talbot vuelven no menos rabiosos con
LLUVIA, una novela gráfica donde plantean que tenemos que dejar de expoliar y violar nuestro planeta para aprender a pensar de forma menos invasiva. ¡Joder, que con solo dos meses de recogimiento hemos bajado a saco los niveles de contaminación, las plantas crecen salvajes por las aceras y nos despierta el canturreo de los pájaros! Necesitamos entender que somos parte del planeta, que vive y que respira como nosotros.
Así que, ve a darle un beso a tu madre, hazte unas bravas con los colegas, pero pasa por una librería de vuelta a casa. Porque si hemos sacado algo en claro durante este maldito confinamiento, es que siempre podemos leer más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario