Eduardo Martínez de Pisón, entusiasta verniano, se declara un verdadero tintinófilo en este nuevo e iluminador ensayo. El planeta Tintín creado por Hergé es un mundo dibujado e imaginario pero con fundamento real.
Aunque pertenece, en lo físico, lo político, lo social y lo cultural, al momento en que fue dibujado –una visión del mundo ciertamente eurocéntrica, pero inserta en la tradición de los libros de viajes–, a la vez que es ya historia trasciende, junto a sus personajes, lugares, situaciones y aventuras, todo tiempo y se convierte en un arquetipo digno de estudio. Más allá del placer que nos proporcionan como obra artística, en la sencilla genialidad de los argumentos y sus imágenes, los viajes y los paisajes de Tintín conforman una «imago mundi» que en cada dibujo atesora una geografía, real o inventada, en lugares ubicables en un mapa más o menos identificable.
Los paisajes que aparecen en los álbumes ideados por Hergé tienen mucho que ver con tal ciencia –su fuente de inspiración, como guionista y como dibujante–, y responden con ello a esa corriente cultural de voluntad descriptiva y enciclopédica sobre la diversidad planetaria. Todo lo cual muestra que su autor dibuja en «línea clara» un verdadero atlas, el que conforman las peripecias de su héroe por el mundo, convirtiéndose en una auténtica lección de geografía universal, incluido su satélite, la Luna, que el joven reportero visitó mucho antes que los tripulantes del Apolo 11.
La relectura paisajística de los viajes de Tintín que lleva a cabo Eduardo Martínez de Pisón permite despertar, con sencillez y emoción, las razones básicas de interés científico y de respeto a cada rincón de nuestro planeta, en un verdadero homenaje al universo que construyó Hergé, lleno de lugares exóticos y escenario cambiante de aventuras fabulosas de jóvenes audaces. ¿Qué sería nuestro mundo sin Tintín y sus geografías, reales e inventadas? Desde luego, un lugar más prosaico y en penumbra.
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