Peter Haining quiso destacar en este libro cómo en el mundo eminentemente masculino de la sociedad victoriana, volcado en el comercio y la expansión imperial, regido por una mentalidad racionalista y por unos estrictos códigos morales (aunque luego los hombres, pero no las mujeres, pudieran llevar una doble vida), fueron las mujeres quienes se interesaron sobre todo por el fenómeno de la brujería.
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