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viernes, 24 de mayo de 2019

99.- VÍCTOR DEL ARBOL 'ANTES DE LOS AÑOS TERRIBLES'



VÍCTOR DEL ARBOL
 ANTES DE LOS AÑOS TERRIBLES
Fecha de publicación: 7 de mayo

Esta es la historia de Isaías Yoweri, de su infancia antes de los años terribles, de su regreso a Uganda. Un viaje al corazón de las tinieblas donde lo más terrible tiene nombre y es real: Joseph Kony.


Ningún destino en manos de Víctor del Árbol es insignificante:
 Siberia, en Un millón de gotas; A Costa da Morte, en La víspera de casi todo;
Malmö, en Por encima de la lluvia y ahora, África.


PRESENTACIÓN Y ENTREVISTAS
LOGROÑO


CONTACTO DE PRENSA 

Si quieres ENTREVISTAR a Víctor del Árbol, puedes llamarme al 619 719 626. Un abrazo, Alba Fité Navarro





DOSSIER DE PRENSA



Esta es la historia de Isaías Yoweri...

«Antes de los años terribles yo era un niño feliz en ese lugar. La felicidad parecía el estado natural de la vida, algo tan obvio como que cada mañana salía el sol. Los primeros rayos de luz se colaban entre las ramas de palma del techo aquella mañana en la que todo empezó a cambiar. Por mucho que apretara los párpados, la luz del sol los traspasaba y llenaba mis ojos de un color anaranjado del que ya no me podía escapar.»

Sus vecinos de Barcelona lo conocen como el Negro de las bicicletas,  el africano callado que regenta un taller de restauración de bicicletas clásicas, que vive en el apartamento encima del taller con una chica mayor que él, de apellido catalán, divertida, amante de la vida y embarazada. Lo que nadie sabe, lo que a nadie le interesa es que ese joven de 36 años,  Isaías Yoweri, tiene una historia terrible a sus espaldas, que se despierta en medio de la noche gritando de pavor, y que esconde en un hueco del armario una misteriosa bolsa con todo ese pasado. Isaías se esfuerza mucho para ser el hombre que se supone que debe ser. Pero cada vez que se queda solo, que tiene una pesadilla o que se mira en el espejo, el niño que fue sigue ahí, gritándole, pidiéndole ayuda. Olvidar no es posible. Perdonar tampoco. Esa frágil existencia se quiebra el día en el que Isaías recibe una visita que lleva años temiendo y esperando. Es hora de volver al principio. Al origen de todo. 
 Mientras regresa a Uganda siendo un hombre a punto de ser padre y acompañado por Lucía, Isaías reconstruirá para el lector poco a poco su infancia, sus sueños, su familia, cómo y por qué todo cambió. Será un viaje lleno de oscuridad, de momentos de tensión donde todo está a punto de romperse, donde se pondrá a prueba la cordura del protagonista, su resistencia, su voluntad. Un viaje que se parece mucho al de Marlow en El corazón de las tinieblas, un libro vital en su existencia. Un libro que es el mapa de su propio viaje a esa región del alma donde la Maldad absoluta y la fraternidad se enfrentan cara a cara.
“-¿Conoces el viaje del salmón? Algunas especies nacen en los ríos y luego fluyen corriente abajo hasta el mar. Son capaces de vivir en agua dulce y salada. En algún momento de su edad adulta siente la irrefrenable necesidad de regresar a su lugar de origen, navegan miles de millas, contracorriente, remontan ríos con un esfuerzo titánico, afrontan peligros, son masacrados por osos y aves, y hacen ese viaje suicida solo para desovar y morir allí mismo, donde nacieron. Creo que yo soy como uno de esos salmones. Intenté no escuchar esa llamada, la negué muchos años, pero finalmente no pude resistirla.”

A partir de allí, el relato en primera persona de Isaías se desarrolla en dos tiempos en contrapunto, que se complementan y retro alimentan mutuamente. El tiempo del presente a finales del invierno de 2016, entre enero y marzo, cuando decide enfrentarse a su pasado y viaja a Uganda junto a su mujer Lucía, que en buena medida ignora el pasado del hombre que ama. Un pasado que sin embargo puede tocar con las yemas de sus dedos, al recorrer las profundas cicatrices grabadas en la espalda de Isaías. Y, por otro lado, el tiempo de aquellos años terribles que le robaron una infancia feliz en una aldea al norte de Uganda, entre 1992 y 1994, antes de huir como un fugitivo adolescente hacia Europa.
En 1992 Isaías tiene doce años y es el tercero de cuatro hermanos. Su hermano mayor se marchó de casa por desavenencias con un padre demasiado severo y marcado por un pasado cerca de Amin Dadá, el dictador panafricanista de los años setenta. Rebeca  tiene quince años y ya no le interesan las cosas de los niños, de modo que Isaías solo tiene al pequeño, juguetón e inquieto Joel, que a los ocho años sueña con ser capitán de la selección de fútbol de Uganda y que, por encima de cualquier otra cosa, admira y adora a Isaías. El cuadro lo completa una madre atenta de una etnia ajena a la del padre, pero que con la ayuda de la abuela N'go, figura angular de la familia, ha sido aceptada en la aldea de los acholi. Isaías tiene una ambición: lograr impresionar a Lawino, la joven hija del periodista del pueblo, de la que está enamorado. Un mundo con las angustias y las alegrías de un niño cualquiera, en definitiva. Tal vez un poco más silencioso y reflexivo que el resto, pero que solo quiere ser uno más.
“Me hubiera quedado a vivir en el regazo de mi abuela y solo por el gusto de escucharla repetirlo le preguntaba por qué era su preferido. -Porque serás el primer hombre verdaderamente libre de esta familia. Tienes el coraje para serlo. A veces me recuerdas a mi padre, tu bisabuelo.”
Ese mundo feliz e inconsciente se viene abajo el día que Isaías descubre el cadáver de un hombre torturado y quemado por la LRA, la guerrilla de niños fanáticos de Joseph Kony, un líder religioso que afirma hablar con los espíritus y al que se teme como se teme a las leyendas que se cuentan por la noche en la lumbre familiar. Los acontecimientos se van a precipitar a una velocidad vertiginosa, demostrando que no existe ninguna seguridad, ninguna certeza a la que aferrarse porque todo puede cambiar en un instante.
De repente, Isaías ha perdido a su familia entera, su vida en la aldea que arde en llamas, Lawino que ha desaparecido. Solo están él y Joel, junto a otra docena de muchachos secuestrados por la LRA dirigidos por un inquietante mercenario blanco, Christian MF, quien por alguna razón se ha fijado especialmente en ambos hermanos. Como el Kurtz de la novela de Conrand, MF es al mismo tiempo terrible y humano, atrae como un imán aunque conduzca a la destrucción. Joel caerá pronto bajo su influjo pero Isaías se resistirá con todas sus fuerzas, y luchará con ese hombre por el alma de su hermano en una pelea desigual y cruel durante tres largos años. Una pelea que se llevará por delante su inocencia, su infancia, cuando MF le encomienda una misión: convertirse en un cazador de personas albinas, un lucrativo negocio entre la LRA y los brujos de la región, gente rica dispuesta a pagar por hechizos que se hacen con huesos y órganos de esas personas, temidas y odiadas, fruto de todas las supersticiones. Y la pieza mayor que debe cazar Isaías es un niño albino, apenas de la edad de Joel, Samuel Abu.
“Lo que Kony quería de mí era que rastreara y diera con el escondite de un niño albino sin marcas ni heridas, inmaculado. Su valor para el brujo Binoga era incalculable. Si Kony y MF pensaban hacerse ricos vendiéndolo antes de abandonarnos o querían al niño para un sacrificio ritual que calmara a los espíritus que nos habían dado la espalda, yo no lo sabía, ni MF me lo dijo cuando me llevó a su tienda para darme detalles...”
Del encuentro de Isaías y Samuel nacerá una relación que atravesará años y vicisitudes, una historia no resuelta que Isaías deberá cerrar veinte años después cuando regrese a Uganda siendo adulto para participar en un congreso por la reconciliación y Lucia, su compañera, la futura madre de su hijo, sea secuestrada por antiguos militantes del LRA. El precio para recuperarla es el que Isaías no pudo cumplir de niño: la cabeza de Samuel Abu, convertido ahora en un jefe guerrillero de un ejército fantasmal que se esconde en las profundidades de Uganda. 

El verdadero corazón de las tinieblas tiene nombre: Joseph Kony

“-¿Recuerdas aquel libro que te regalé? El corazón de las tinieblas. ¿Qué decía el señor Kurtz? Había amado la oscuridad, la había tomado, la había abrazado, había entrado en sus venas, había consumido su carne y había sellado su alma con ceremonias inconcebibles de una iniciación diabólica... ¿Sigues sin entenderlo?”
El tributo que rinde Víctor del Árbol a la célebre nouvelle de Joseph Conrad es explícito y evidente. En su novela, un oscuro personaje intenta ganarse la voluntad y la salud mental del pequeño Isaías para convertirlo en un niño soldado dándole un ejemplar de El corazón de las tinieblas. Pero al igual que hizo Coppola con la obra clásica que la reinterpretó en una clave histórica reciente, ya un tanto alejada de la ficción un tanto onírica que remite a la salvaje colonización europea del África negra, Víctor del Árbol también se re apropia del clásico de Conrad para narrar un episodio histórico real y, sobre todo, funesto, bastante reciente. Incluso, buena parte de la trama y, sobre todo, el personaje central del conflicto bélico, son absolutamente verídicos, más allá de las licencias que introduzca a través de la ficción.
El personaje real y con nombre propio en la novela es Josep Kony, también conocido como “el Hechicero del Nilo”. Aún hoy en paradero desconocido y prófugo de la justicia, desde que la Corte Penal Internacional librara en 2005 su orden de busca y captura, Kony fue un desalmado e implacable señor de la guerra del norte atrasado y rural del Uganda. De hecho, nació en la aldea de Odek, al este de Gulu, al igual que el narrador de la novela. Kony fue el fundador y líder del movimiento guerrillero LRA (según su sigla inglesa: Lord's Resistance Army), un macabro ejército conformado por niños de 8 a 16 años secuestrados de sus aldeas arrasadas que intentaba derrocar el régimen del presidente Yoweri Museveni.
Inspirado tanto en el nacionalismo acholi de los campesinos pobres del norte, como en el fundamentalismo bíblico, el misticismo y el sincretismo pagana animista, Kony lideraba un movimiento teocrático de inimaginable ferocidad que cometió todo tipo de crímenes contra la humanidad (sin contar con las atrocidades también cometidas por el ejército regular de Museveni para aniquilar el alzamiento). Más de 66.000 niños fueron secuestrados en la década del 90 por la guerrilla del LRA para alimentar sus filas y se calcula que conflicto generó cerca de 1,8 millones de desplazados. Cabe añadir, para concluir, que hasta los aspectos más aberrantes de esta descarnada ficción de Víctor del Árbol sobre la guerrilla del LRA están perfectamente documentados y son ciertos. Como es el caso de la cacería de personas albinas, ya sea para realizar con ellas todo tipo de rituales y extraños sacrificios, como para mercadear sus órganos a la manera de talismanes.
En Víctor del Árbol, ningún destino es insignificante
“Para el profesor Nelson era conveniente la intervención de los organismos internacionales, para el padre de Lawino la solución debía venir desde dentro y miraba con expectación distante los movimientos de la guerrilla del LRA, sin disimular su curiosidad sobre el  misterioso líder de la misma, Joseph Kony, sobre el que había escrito varios libros, incluyendo una voluminosa biografía.”
La versatilidad narrativa de Víctor de Árbol para construir tramas de gran calado va de la mano de la pericia que despliega a la hora de ambientar sus ficciones tanto en lo histórico, como, en especial, en lo geográfico. Una a una, las novelas de Víctor del Árbol plantean un nuevo escenario, generalmente de la mano del algún acontecimiento relevante de la historia del siglo XX. Escenario que cartografía con precisión, como si el autor se dispusiera a trazar un fiel mapa del territorio. Y cada uno de esos mapas, en conjunto, no tuvieran otra finalidad que la de conformar un vasto atlas del alma humana.
Así, el escritor barcelonés nos hizo viajar a la implacable Siberia de las purgas soviéticas, y en especial a la tenebrosa isla de Nazino, en la ex URSS de Stalin, a través del padre del protagonista de Un millón de gotas.Con La víspera de casi todo el viaje fue doble. Por un lado, a la gallega Costa da Mortey por el otro, a la gris y opresiva Buenos Aires de finales de los años 70, bajo la sangría dictadura y represión del general Videla. Otro tanto sucedió con Por encima de la lluvia, novela merecedora del Premio Nadal 2016. Allí Víctor del Árbol planteo su novela en un contrapunto geográfico de envergadura, entre la Tánger a mediados de los 50, en tiempos del protectorado franquista, hasta la pequeña ciudad sueca de Malmö (la tercera en población del país) en la actualidad, donde el bienestar social escandinavo de algún modo oculta la vileza del crimen organizado.
Ahora el autor plantea un mapa aún más desolador, que parte de la Barcelona del presente, al corazón tenebroso del África negra. En concreto, el viaje que plantea con su nueva obra es a Uganda, desde su capital Kampala, hasta el pequeño poblado de Odek, en el norte rural y convulso del país, entre los intentos de reconciliación nacional de la actualidad y la sangrienta guerra civil que asoló la zona a comienzos de la década de los 90. Un conflicto y su consiguiente catástrofe humanitaria del que Occidente vergonzosamente pasó de puntillas o, directamente, apartó la mirada.

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Jim & jhon