«La madre con la que recuerdo que crecí era fabulosa. Es casi idéntica a Rosie, el personaje principal que conoceréis al leer la historia. Vestía con colores llamativos y llevaba pendientes extravagantes. Me dejaba saltarme las clases y beber café. Una vez le conté a una amiga lo del café y ella me miró extrañada. “¿En serio?”, pregunto, visiblemente preocupada. “No me parece una buena idea para una niña”.
Aquello me impactó. Había otras cosas como lo del café: Tarta para cenar, dejar de hacer los deberes para ir a jugar, ver South Park juntas hasta el amanecer… En su momento me parecía divertido, pero ahora lo veo con perspectiva y también me parece bastante irresponsable. Sobre todo porque había otras cosas menos divertidas que acudían a mi cabeza al pensar en mi madre: El olor a tabaco en el baño, las épocas en las que mi padre me decía que mamá “estaba de viaje”. Una vez mi madre me recogió del colegio con un parche en el ojo. Se había hecho daño en el ojo en un accidente de coche, pero no era para tanto porque ahora podíamos jugar a los piratas. Incluso a los seis años de edad, aquellas excusas me parecían extrañas. La pequeña Willow, la otra protagonista de esta novela, se enfrenta a esos mismos sentimientos. (...)
Rosie y sus brillantes gafas de colores es mi visión de lo que ocurrió, desde todos los puntos de vista. Es una obra de ficción, pero aun así, para mí, esta novela está narrada desde mi perspectiva, que siempre será la de una niña pequeña que trata de entender los pensamientos, los sentimientos y las decisiones de sus padres.»
Brianna Wolfson
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